16 de septiembre de 2009

RAF - Facción del Ejército Rojo - Cuando la ideología emborracha.


Al calor de los dos guardias civiles asesinados en Mallorca por los valientes gudaris etarras, me acordé de una película que vi este invierno. La película es fantástica y apenas tuvo repercusión en España. Parece mentira que una sociedad azotada por el terrorismo no se fije en películas tan bien hechas y que hablan de cosas tan cercanas a nosotros.

Me refiero a “
R.A.F. Facción del Ejército Rojo” una película basada en la historia del grupo terrorista alemán Baader-Meinhof.

La película muestra, de forma transparente, el proceso por el que un grupo de jóvenes -emborrachados de ideología- puede terminar convertido en fanáticos enloquecidos incapaces de asumir las consecuencias de sus actos y cegados por su hueca e incoherente verborrea.



La película enseña qué ocurre cuando un radical -ciego de odio y rencor hacia su entorno- explica la complejidad del mundo con cuatro frases simplonas y mal construidas. La película expone el mecanismo mediante el cual unos individuos someten su vida y la de sus familias a la ideología más pobre y esmirriada y desprecian todo aquello que no encaja en su mundo mítico e ideologizado.

Para los miembros de la RAF –al igual que para muchos miembros de la izquierda española y la mayoría de los nacionalistas- todo aquel que no comparte sus métodos es un fascista. La palabra "fascista" es balsámica. Desahoga a quien la profiere y le hace sentirse superior al resto de la Humanidad. La fragilidad de su pensamiento es tan intensa que todo lo basan en hacerse las víctimas; viendo conspiraciones, confabulaciones y complots donde solo hay intentos de racionalizar y combatir sus acciones. 



Es siempre sorprendente la fascinación que los terroristas ejercen sobre las personas de izquierda que los admiran, merced a las piruetas racionales –bien empapadas de ideología- más extravagantes. Valga como ejemplo esta bitácora de un pacífico librero de Madrid, quien dice querer hacer un altar con una foto recién encontrada de la terrorista alemana Ulrike Meinhof. Ese sigiloso vínculo entre la izquierda y el no respeto a las leyes.

La película arranca con una clásica canción de Janis Joplin:
“Oh Lord won’t you buy me a Mercedes Benz”, un tema de los 60 en el que se percibe el rencor y el resentimiento que subyace en tantos adscritos a la izquierda. Porque lo que Marx llamaba “rencor entre miembros de distinta clase” no es más que envidia de quien tiene más que tú. 


Como al izquierdista occidental no le apetece trabajar para aprovechar las ventajas que el sistema ofrece y así tener todo lo que envidia de quien sí trabaja, lo que hace es robar y matar. Pero el terrorista de la película lo justifica diciendo que es “apropiación de la plusvalía del trabajador”. Si se roba a un rico no es delito, porque se le está devolviendo al pobre lo que le pertenece. ¿Cómo se le puede devolver lo que nunca fue suyo?


Es el viejo mito izquierdista de que la riqueza se consigue porque se le quita a un pobre lo que ahora es del rico. Un viejo mito que continúa siendo fructífero porque se alimenta de otro mito: que la riqueza es limitada y que hay que distribuirla. Señores: la riqueza se genera.

La película es apasionante en describir las razones por las que cualquiera puede acabar en un grupo terrorista. Desde delincuentes comunes sin lecturas ni ideales, hasta mujeres engañadas por sus maridos que sienten que no tienen nada que perder. Todo esto recuerda al etarra
Arkaitz Goicoetxea, gangoso, y de quien las mujeres se reían durante su adolescencia. ¿Cuántos etarras que se sienten perdedores y mediocres habrán pegado tiros en la nuca? Más de uno. De igual modo que muchos hombres desdeñados por las mujeres se convierten en violadores. Pero no simplifiquemos ni juguemos a ser Freud. Esto no explica, sino que ayuda a describir.

Otro ilustre ejemplo de resentidos metidos a exaltadores o asesinos es
Jean Paul Marat. Marat era un médico venido a menos que terminó viviendo en las alcantarillas de París. Durante la Revolución Francesa, usó todo su rencor y rabia de haber sido un paria sin un mendrugo de pan que llevarse a la boca, para ser uno de los más enloquecidos exaltadores del terror. Veía conspiraciones por todos lados y pedía sangre y guillotina sin parar: igual que un terrorista de hoy en día. A pesar de que tuvo un final aciago y fue asesinado, Marat fue elevado a la categoría de Dios y su nombre sustituyó al de Cristo en muchas iglesias y monasterios de París. Lo transformaron en un santo laico, de similar modo a como hoy mucha gente trata – terroristas incluidos- la figura de Ernesto Che Guevara


El mito del Che Guevara es tan fuerte y arraigado que un guerrillero que toda su vida usó la violencia ha terminado convertido en un icono de la paz. No es raro ver su rostro en cualquier manifestación pacifista. Un personaje que tenía muchas semejanzas con Robespierre y Marat, durante su Reino del Terror, ha terminado convertido en Gandhi.

Quizá una de las razones más llamativas por la que hay tanta gente que comprende, disculpa y jalea el terrorismo es ese barniz de intelectualidad o de fondo ideológico que muchos –erróneamente- le adjudican. Basta con que un terrorista llene sus declaraciones de términos vacíos pero sentimentalmente muy impactantes para que haya alguien que se declare seguidor de un grupo terrorista.



Términos como: “liberación de los oprimidos; “capitalismo salvaje”; “imperialismo”; “liberación del Tercer Mundo” son todos ellos sintagmas vacíos de contenido pero que impactan fuertemente la sensible conciencia del occidental. El occidental sabe que, para ser progresista, ha de sentirse culpable. La culpa es inseparable del pensamiento progresista.

En la parte de la película que transcurre en Jordania se ve la bobería y la ignorancia con la que el terrorista –y por ende, el seguidor del terrorista- defiende causas que desconoce y de las que solo ha oído hablar de lejos. La acción se desarrolla en un campamento de entrenamiento de terroristas en Jordania en el que los roces son constantes por la indisciplina de los terroristas alemanes, en comparación a sus iguales –o hermanos según ellos- palestinos. 



Todo estalla cuando las bellas terroristas germanas deciden tomar el sol desnudas, ante las miradas atónitas y excitadas de sus hermanos palestinos, que no comparten que una mujer exhiba sus vergüenzas. Esta genial escena demuestra el grado de desconocimiento e ignorancia que tiene tanto necio –sea terrorista o no- del mundo al que dice defender. En su locura defiende con fanatismo al fanático y se siente hermanado con quien cree que es como él. Los sentimientos de vinculación que se establecen son disparatados y absurdos entre gente que se cree oprimida.

Por esta razón, la noticia de un padre musulmán que acuchilla a su hija porque ella no quería tener un novio musulmán se cuenta de manera aséptica en el equidistante y progresista diario
Público. Es distinto leer la noticia en el diario El Correo Español de Bilbao. Un periódico este último, por cierto, al que ETA ha puesto varias bombas. Nada como no sufrir en tus carnes el azote del terrorismo para ser un abanderado de la equidistancia y la objetividad pacifista y progresista.

De igual modo que hay chicas progresistas que disfrutan enseñando las bragas al vestir y llevando una vida de continua fornicación, pero que luego defienden el velo y la sumisión de la mujer en el Islam. ¿Qué mecanismo mental lleva a defender lo que no querrías para ti? ¿Por qué se defiende para otro país lo que no querrías para el tuyo? De nada parece importar que a una
joven malaya se la condene a ser azotada por beber cerveza; o que a una periodista sudanesa se la quiera azotar por llevar pantalones; o a los egipcios cristianos coptos a quienes se detiene por no guardar el ayuno del Ramadán.

El progresismo de hoy ha sustituido “los pueblos oprimidos” por la “ecología” y la “antiglobalización”.
Los métodos y el fanatismo siguen siendo similares como se les vio cuando intentaron quemar vivo a un policía en Estrasburgo y cuando consiguieron quemar un hotel en la reunión de la OTAN de abril de 2009. Da igual lo que hagan, porque los malos siempre seremos nosotros: los fascistas. Ellos lo hacen con la bendición de quien opera bajo la hoz, el martillo y la bandera de la igualdad. Ellos luchan por nobles ideales, bajo la manta de paz y amor que empapa cualquier estupidez que se haga en nombre de la izquierda.


Por favor, vean la película.