Queridos amigos Tobías y Ángel:
Por supuesto que forrarse no tiene que ser el objetivo de nadie. O sí. O no. No sé. De todos modos, habría que definir lo que es forrarse. A nuestros ojos católicos, un tendero que vende pan es un ser adorable que practica un capitalismo respetable y un banquero es una víbora execrable de quien hay que mofarse a toda costa. No entiendo dónde está la barrera entre forrarse y ganar dinero respetablemente. Quizá Hacienda tenga un baremo que lo establezca.
Esas fronteras entre ganar dinero con el beneplácito de los buenos y ser un usurero siempre me han parecido una muestra de “charlesdickensismo” algo pasado. Una especie de síndrome de “misterScroochismo” que llevamos anclado en las células. Catolicismo mitocondrial, si se me permite.
El bueno de Dickens aborrecía el capitalismo y las consecuencias que veía en Londres. Pero al bueno de Dickens se le olvidó mencionar cómo vivían los londinenses antes del capitalismo. Los pobres londinenses tipo Oliver Twist vivían mucho peor antes de la Revolución Industrial por la sencilla razón de que era una sociedad agraria. Y vivir en una sociedad agraria del siglo XVIII no era como ahora donde los agricultores tienen tractores, insecticidas, satélites que pronostican el tiempo y ayudas del Estado si el granizo les rompe los melocotones.
Los agricultores del siglo XVIII trabajaban 365 días al año y de sol a sol. Eso que todavía conocían nuestros agricultores del siglo XX en España. Entonces, el capitalismo comenzó a ofrecerles sueldos fijos independientemente de si se ganaba más o menos. Ya no estaban pendientes de si nevaba o llovía y hasta tenían un horario fijo y un día de descanso. Era un horario más duro que ahora, naturalmente. Pero mejor que lo que tenían hasta entonces. Es decir: ese capitalismo les hizo vivir mejor. Aunque desde nuestros ojos no lo parezca, porque nunca supimos cómo lo pasaba de mal un agricultor del XVIII. Pensad en plagas, pedrisco, cosechas que se pierden, alimañas, enfermedades que mataban al cabeza de familia, hijos que morían siendo niños, etc… Asimismo, Dickens pudo inspirarse para sus obras porque la miseria pasó de estar dispersa en el campo a estar agrupada en las ciudades. Esto, además, tuvo el efecto positivo de agrupar a quienes lo pasaban mal para que pudieran unirse, protestar y exigir mejoras. Un campesino miserable disperso en el campo no tenía voz. Pero mil obreros de una fábrica hacían ruido y se les escuchaba. Y esto me parece muy positivo.
Los agricultores del siglo XVIII trabajaban 365 días al año y de sol a sol. Eso que todavía conocían nuestros agricultores del siglo XX en España. Entonces, el capitalismo comenzó a ofrecerles sueldos fijos independientemente de si se ganaba más o menos. Ya no estaban pendientes de si nevaba o llovía y hasta tenían un horario fijo y un día de descanso. Era un horario más duro que ahora, naturalmente. Pero mejor que lo que tenían hasta entonces. Es decir: ese capitalismo les hizo vivir mejor. Aunque desde nuestros ojos no lo parezca, porque nunca supimos cómo lo pasaba de mal un agricultor del XVIII. Pensad en plagas, pedrisco, cosechas que se pierden, alimañas, enfermedades que mataban al cabeza de familia, hijos que morían siendo niños, etc… Asimismo, Dickens pudo inspirarse para sus obras porque la miseria pasó de estar dispersa en el campo a estar agrupada en las ciudades. Esto, además, tuvo el efecto positivo de agrupar a quienes lo pasaban mal para que pudieran unirse, protestar y exigir mejoras. Un campesino miserable disperso en el campo no tenía voz. Pero mil obreros de una fábrica hacían ruido y se les escuchaba. Y esto me parece muy positivo.
Que ganar dinero siempre ha estado mal visto entre los ciudadanos de la Cristiandad, lo sabemos todos. Y claro que existía capitalismo antes. Y en España. Piensen en la lana castellana que tan bien se vendía en toda Europa en el siglo XV y con parte de cuyos ingresos se financió la conquista de América.
Entiendo el rencor al rico. Yo lo tuve. Me crié en la socialdemocracia, como muchos. Y lo asimilé, al igual que el resto de mandamientos socialdemócratas. Les cuento una historieta de la Universidad Autónoma de Madrid.
Un día las fotocopias comenzaron a ser gratis, porque en las copias resultantes salía el membrete de una empresa. Unas veces era de Burger King y otras de Tele Pizza. El estudiantado protestó contra lo que ellos consideraban el mercantilismo de la universidad. Decían que no iban a permitir semejante tropelía y al final lo suprimieron. Las fotocopias volvieron a costar dinero y ellos tan felices y satisfechos por haber arrinconado, una vez más, al capitalismo salvaje.
Yo les decía que la matrícula de la Autónoma cuesta 800 euros y no 30.000 -como sí cuesta la matrícula del MIT- porque la universidad está subvencionada. Y está subvencionada porque el Estado da dinero que recauda de la actividad económica, a la cual contribuyen -también- Burger King y Tele Pizza. Así es que, aunque a ellos les doliera, Burger King y Tele Pizza también pagaban -religiosamente- la matrícula del antisistema rastafari cheguevarista. Lo entendieron, pero seguían sin querer el membrete de esas empresas en sus fotocopias. Es decir: habían interiorizado perfectamente el dogma de que el dinero ensucia, infecta y contamina todo aquello que toca. Ya solo el verbo “mercantilizar” tiene guasa. Quieren universidad barata y muchos medios, pero sin membretes inmundos. Como si el dinero lo regalara Dios a través del maná. Catolicismo irracional y mitocondrial. Y tan ateos ellos.
Pero la socialdemocracia ha conseguido eso: que a uno le guste el dinero y sus ventajas, pero considere sucios los métodos con los que se consigue.
Y habíamos empezado hablando del “forring”. Sigo sin localizar dónde está la barrera que separa el lucro apestoso del ganar dinero amorosamente.
Me acordaba yo de Google. Ese buscador cuyos servicios añadidos usamos todos y que surgió del afán de lucro o “forring”. Porque solo queriendo forrarse llegó Google a ser lo que es. Si no, se habría quedado en Lycos o Altavista. O menos.
Y resulta que Google se desarrolló en un aula de la Universidad de Standford que había sido donada por Bill Gates. Fíjense en el dato: Bill Gates dona dinero para que le hagan la competencia. Pero para que Bill Gates donara un aula perfectamente equipada a la Universidad de Stanford tuvo que hacer “forring” primero. Una vez forrado, pudo donar el aula. Sintiéndolo mucho, yo no podría donar esa aula porque no hago “forring”. Aunque me gustaría: donar esa aula y forrarme. Creo que Bill Gates está donando como una cuarta parte de su fortuna para una vacuna contra la malaria.
O el caso de este Blogspot donde nos tiramos de los pelos, que es gratis porque a Google le pagan muchas empresas que hacen que Blogspot sea gratis. Otra vez el vil metal.
La propia Universidad de Stanford surgió de la donación de un tal Leland Stanford que empezó de dependiente de una tienda para los mineros de la fiebre del oro en California. Luego Leland Stanford se forró y puso dinero para el tren que cruzó Estados Unidos. Ya saben: el tren facilita la vida porque es más barato viajar; la comida baja porque cuesta menos traerla; y ya no te come un oso al cruzar la pradera. Al final, Stanford donó 400 millones de la época para fundar la Universidad que lleva su nombre. Hizo “forring” y fundó una universidad.
Para que la Universidad de Harvard tenga una biblioteca llamada Widener con unos 15 millones de volúmenes, primero el señor Widener tuvo que hacer “forring” y luego donarla. Y de esta biblioteca tengo yo otra parábola.
Mi profesor Mario Hernández lo sabía todo de Goya y el siglo XVIII. Qué gozada oírle hablar de Diego de Torres y Villarroel. Qué personaje desconocido. Aunque también nos lanzaba sus monsergas antiamericanistas. Pero se emocionaba cuando nos hablaba de la biblioteca de Harvard. Es que todo esta ahí, decía. Millones y millones de libros a mi disposición, decía. Mi querido profesor hizo su tesis doctoral con esos libros donados por un sucio capitalista y consiguió un trabajo en una universidad española que también se paga con el dinero de los sucios capitalistas. Y siguió clamando contra el capitalismo hasta que se jubiló.
Y Tobías: es una discusión muy interesante lo de libertad y pobreza. ¿Preferimos ser libres o ricos? Supongo que prefiero ser rico y no pasar hambre. Habría preferido la dictadura franquista a la espontaneidad primitiva de Haití. Y creo que es más fácil que de la riqueza venga la libertad que de la pobreza. Por supuesto que clama al cielo lo que ocurre en China. Pero creo que prefiero el comunismo capitalista de los chinos, al comunismo paleolítico de Corea del Norte. Por muy tutelado que esté en el caso chino.
Entiendo el rencor al rico. Entiendo lo entrañable que resulta la falta de codicia. Sostengo que es catolicismo mitocondrial. Pero me temo que la humanidad debe algo más a los codiciosos repugnantes que a los humildes oficinistas que de tan buena prensa disfrutan siempre. Recordemos que una persona puede tener un trabajo normalito y dedicar tiempo a sus hijos, porque hay uno por encima de él que arriesga su dinero y que trabaja más horas y más días que él. Si no hay capitalista codicioso, no hay oficinista amable con tiempo para sus hijos. Eso sí, el capitalista necesita un estado justo y firme que proteja su dinero y no le expropie sus propiedades ni sus cuentas bancarias. El funcionario también crea riqueza. No soy anarco-capitalista.
O en términos de Dickens: para que Bob Crachit fuera tan simpático y dulce, tuvo primero que haber un Mister Scrooge repugnante que pusiera el dinero para que Bob Crachit fuera tan estupendo. Si no hay usura de Scrooge, no hay Crachit.
Asimismo, para que Dickens se fuera de gira por Estados Unidos, en 1867, primero ganó mucho dinero con sus libros y así pudo asistir a banquetes y pasear a la luz de la luna sin preocuparse de levantarse a las 5 de la mañana a currar. La gente podía comprar sus libros porque podía destinar una parte de su sueldo a adquirirlos. Nadie compra libros en los países pobres.
Asimismo, para que Dickens se fuera de gira por Estados Unidos, en 1867, primero ganó mucho dinero con sus libros y así pudo asistir a banquetes y pasear a la luz de la luna sin preocuparse de levantarse a las 5 de la mañana a currar. La gente podía comprar sus libros porque podía destinar una parte de su sueldo a adquirirlos. Nadie compra libros en los países pobres.
La foto ilustra esos prejuicios sobre el dinero que todos tenemos. ¿Hasta cuándo los ricos como Saramago nos seguirán diciendo que forrarse está mal? ¿Lo que ellos ganan es justa compensación a su esfuerzo, pero lo nuestro es codicia?
Buen fin de semana a todos.