Llegó de madrugada a Barajas con un violonchelo carísimo y con los ojos rotos por el sueño. Se llama Jorge y es tío de mi madre. Al igual que mi madre nació en Chile. 4.000 kilómetros de costa en un país forjado por un extremeño: Pedro de Valdivia. Del desierto al norte, a los glaciares en el sur. Aún hay indios en los terruños aislados que hablan como Quevedo y usan formas verbales que denotan su soledad y que son una delicia para cualquier filólogo. Mi tío abuelo Jorge –mi tío, al fin y al cabo- es violonchelista. Estudió con Pau Casals –el grandioso violonchelista catalán - en Puerto Rico hace ya años. Y tocó unos años con la Orquesta Sinfónica de Chile. Las pasó perras a fin de que le dejasen meter el violonchelo en la cabina del avión sin pagar un pasaje extra. Como el violonchelo no le daba para vivir bien se hizo dentista y con eso se gana las habichuelas. Toca el chelo entre caries y endodoncias. Y no va a ningún sitio sin él. Me hablaba de Prokofiev, Chopin y Albéniz porque es un iluso que aún cree en la cultura universal. Es una antigualla que no se ha enterado de que el niño canario ha de saberlo todo sobre el silbo gomero sin reconocer jamás un minueto de Boccherini.
Llevaba años queriendo venir a la Madre Patria. En América son tan idiotas que a España –o lo que queda de ella- todavía la siguen llamando Madre Patria. Porque saben que son hijos de ella. Es cierto que aún funciona el discurso victimista en muchos caudillos de la región que medran y enganchan votos y que dicen que España es la causa de todos sus males. Por desgracia hay tontos que se lo siguen creyendo. Hace 200 años que los españoles les dejaron las riendas pero ellos prefieren continuar culpándolos en vez de asumir sus yerros y tirar hacia delante. Pero mi tío Jorge no es de esos. Quizá porque es rehén y cautivo de una educación opresora que le llenó los sesos con mensajes esclavizantes y absurdos. Mi tío Jorge estudió en un país en cuya educación se hace leer a los niños obras tan tiránica y despóticas como las Coplas de Jorge Manrique “Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte…”; como el Lazarillo de Tormes “Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tome González y de Antonia Pérez…”; como Quevedo “Miré los muros de la patria mía…”; como Calderón “Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando…”. En fin: que le comieron la cabeza con esa basura en lugar de dejarlo que se empapara de alguna sublime ocurrencia regional. Aunque le gustan mucho las cuecas – baile típico de Chile- y se las sabe todas. No cree que haya ningún problema en conocer ambas cosas. Tonto de él. Hace un tiempo me contaron que no hacía más que bajarse de la red copla y canción española pues disfrutaba viendo cómo se parecen las letras de sus amadas cuecas y de la tonadilla española. Porque mi tío Jorge es así de imbécil. Aún anda buscando cosas que lo unan a lo que él sigue llamando Madre Patria sin darse cuenta de que esa Madre Patria es un invento represivo y asfixiante. Afortunadamente, en el Estado Español surgieron grupos libertarios que se sacudieron el yugo de su cerviz y que han recuperado sus pisoteadas tradiciones. Pero mi tío Jorge que está viejo y peinando canas no acaba de entender esa opresión y emplea su tiempo en conocer y disfrutar de lo que ama.
Acaso por esa razón mi tío Jorge viajó a España –a la Madre Patria- tras muchos años de aplazar la visita. Llegó como a las 6 de la mañana de un verano de hace años con su violonchelo y su paciente esposa María. Se alojaron en un hotel de la Gran Vía y, mientras su esposa se iba a dormir, el se puso sus chanclas ridículas y se fue a patear. Quería verlo todo. Con un plano y con varios libros en la mano me obligó a que le hiciese de guía. Lo llevé por el Madrid de los Austrias y él se paraba y creía oír el carruaje de Felipe IV colándose de vuelta en el Alcázar –donde ahora está el Palacio Real- tras retozar toda la noche con una de sus reales rameras. Lo llevé al Museo del Prado y se quedó embobado con Maribárbola y los enanos que pintaba Velázquez. Luego Goya y los brutos españoles matándose a garrotazos. Lo miraba todo muy de cerca y las siempre cabreadas bedeles/bedelas del Prado lo regañaban por rozar con su nariz los augustos lienzos. Fuimos a la Puerta del Sol y yo le contaba, mira, por allí entraron los mamelucos y en esta esquina cayeron muchos gabachos con la garganta abierta. Luego subimos hasta el Barrio de las Letras y le hice una foto junto a la casa donde vivió Cervantes. En la casa no hay más que una triste placa. En cualquier país europeo habría un museo, recuerdos, tarjetas postales, librerías pero aquí solo hay una triste placa roñosa y desvaída. Mi tío Jorge se esperaba ver una magnificencia similar a la que había visto en Stratford, cuna de Shakespeare. Pero mi tío Jorge ignoraba que la infame España es especialista en defecarse sobre sus propios logros. Junto al edificio en que vivió Cervantes lo vi soltar sus primeras lágrimas. Me contó que su padre le leía fragmentos del Quijote cuando era pequeño. Era su padre un hombre de campo rudo que siempre animó a su hijo a que viniera a España. – De ahí venimos, mijito- le decía. Mi abuela me leía la Biblia cuando yo tenía 5 años y yo me metía en su cama los domingos por la mañana. Ahora es un acto de pérfida pedofilia meterse en la misma cama con tu abuelo pero cuando yo era un crío lo hacíamos y así supe quién era Jacob, los Gálatas, Betsabé y Caifás.
El fin de semana siguiente comenzamos a viajar por España. Lo llevamos a Hita donde el Arcipreste y se acordaba de “por aver juntamiento con fenbra placentera...” Y se emocionaba y lo tocaba todo con nerviosismo infantil. Más tarde lo llevamos a un castillo. Desde pequeño se moría por ver un castillo. Cuando leía las gestas de Mío Cid o cuando supo de las Cruzadas o cuando leyó Ivanhoe, siempre soñó con ver un castillo. Así que lo llevamos al Castillo de la Mota donde tuvieron retenido a César Borgia y yo le conté que César Borgia se escapó haciendo una cuerda con sábanas y trapos por una ventana del castillo, muchos siglos antes de que se rodase “Prison Break”. Allí volvió a emocionarse junto al foso y musitó muy leve “la Madre Patria”. Se acercó a uno de los guardas y le contó que era de Chile y que llevaba años deseando venir. Y el guarda lo miraba entre alucinado y complacido y quizá pensó “Vaya sudaca más divertido” Estuvimos en Salamanca, Burgos, Aranjuez y le dejamos La Mancha para el final. Lo sobrecogió la meseta castellana con su hermosa aridez. Se hizo mil fotos delante de los molinos mientras repetía como un tonto “que no son gigantes sino molinos…”. Cuando embarcaba de vuelta a Chile me cantó una cancioncita de un grupo mexicano que dice: “Indios de dos continentes, mezclados con español, somos más americanos que el hijo de anglosajón”. Se fue de la Madre Patria con su chelo y su abnegada esposa María y pareció oírse un sonido seco, como si se desgajara otro trozo de esta España harapienta y zurcida.
Llevaba años queriendo venir a la Madre Patria. En América son tan idiotas que a España –o lo que queda de ella- todavía la siguen llamando Madre Patria. Porque saben que son hijos de ella. Es cierto que aún funciona el discurso victimista en muchos caudillos de la región que medran y enganchan votos y que dicen que España es la causa de todos sus males. Por desgracia hay tontos que se lo siguen creyendo. Hace 200 años que los españoles les dejaron las riendas pero ellos prefieren continuar culpándolos en vez de asumir sus yerros y tirar hacia delante. Pero mi tío Jorge no es de esos. Quizá porque es rehén y cautivo de una educación opresora que le llenó los sesos con mensajes esclavizantes y absurdos. Mi tío Jorge estudió en un país en cuya educación se hace leer a los niños obras tan tiránica y despóticas como las Coplas de Jorge Manrique “Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte…”; como el Lazarillo de Tormes “Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tome González y de Antonia Pérez…”; como Quevedo “Miré los muros de la patria mía…”; como Calderón “Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando…”. En fin: que le comieron la cabeza con esa basura en lugar de dejarlo que se empapara de alguna sublime ocurrencia regional. Aunque le gustan mucho las cuecas – baile típico de Chile- y se las sabe todas. No cree que haya ningún problema en conocer ambas cosas. Tonto de él. Hace un tiempo me contaron que no hacía más que bajarse de la red copla y canción española pues disfrutaba viendo cómo se parecen las letras de sus amadas cuecas y de la tonadilla española. Porque mi tío Jorge es así de imbécil. Aún anda buscando cosas que lo unan a lo que él sigue llamando Madre Patria sin darse cuenta de que esa Madre Patria es un invento represivo y asfixiante. Afortunadamente, en el Estado Español surgieron grupos libertarios que se sacudieron el yugo de su cerviz y que han recuperado sus pisoteadas tradiciones. Pero mi tío Jorge que está viejo y peinando canas no acaba de entender esa opresión y emplea su tiempo en conocer y disfrutar de lo que ama.
Acaso por esa razón mi tío Jorge viajó a España –a la Madre Patria- tras muchos años de aplazar la visita. Llegó como a las 6 de la mañana de un verano de hace años con su violonchelo y su paciente esposa María. Se alojaron en un hotel de la Gran Vía y, mientras su esposa se iba a dormir, el se puso sus chanclas ridículas y se fue a patear. Quería verlo todo. Con un plano y con varios libros en la mano me obligó a que le hiciese de guía. Lo llevé por el Madrid de los Austrias y él se paraba y creía oír el carruaje de Felipe IV colándose de vuelta en el Alcázar –donde ahora está el Palacio Real- tras retozar toda la noche con una de sus reales rameras. Lo llevé al Museo del Prado y se quedó embobado con Maribárbola y los enanos que pintaba Velázquez. Luego Goya y los brutos españoles matándose a garrotazos. Lo miraba todo muy de cerca y las siempre cabreadas bedeles/bedelas del Prado lo regañaban por rozar con su nariz los augustos lienzos. Fuimos a la Puerta del Sol y yo le contaba, mira, por allí entraron los mamelucos y en esta esquina cayeron muchos gabachos con la garganta abierta. Luego subimos hasta el Barrio de las Letras y le hice una foto junto a la casa donde vivió Cervantes. En la casa no hay más que una triste placa. En cualquier país europeo habría un museo, recuerdos, tarjetas postales, librerías pero aquí solo hay una triste placa roñosa y desvaída. Mi tío Jorge se esperaba ver una magnificencia similar a la que había visto en Stratford, cuna de Shakespeare. Pero mi tío Jorge ignoraba que la infame España es especialista en defecarse sobre sus propios logros. Junto al edificio en que vivió Cervantes lo vi soltar sus primeras lágrimas. Me contó que su padre le leía fragmentos del Quijote cuando era pequeño. Era su padre un hombre de campo rudo que siempre animó a su hijo a que viniera a España. – De ahí venimos, mijito- le decía. Mi abuela me leía la Biblia cuando yo tenía 5 años y yo me metía en su cama los domingos por la mañana. Ahora es un acto de pérfida pedofilia meterse en la misma cama con tu abuelo pero cuando yo era un crío lo hacíamos y así supe quién era Jacob, los Gálatas, Betsabé y Caifás.
El fin de semana siguiente comenzamos a viajar por España. Lo llevamos a Hita donde el Arcipreste y se acordaba de “por aver juntamiento con fenbra placentera...” Y se emocionaba y lo tocaba todo con nerviosismo infantil. Más tarde lo llevamos a un castillo. Desde pequeño se moría por ver un castillo. Cuando leía las gestas de Mío Cid o cuando supo de las Cruzadas o cuando leyó Ivanhoe, siempre soñó con ver un castillo. Así que lo llevamos al Castillo de la Mota donde tuvieron retenido a César Borgia y yo le conté que César Borgia se escapó haciendo una cuerda con sábanas y trapos por una ventana del castillo, muchos siglos antes de que se rodase “Prison Break”. Allí volvió a emocionarse junto al foso y musitó muy leve “la Madre Patria”. Se acercó a uno de los guardas y le contó que era de Chile y que llevaba años deseando venir. Y el guarda lo miraba entre alucinado y complacido y quizá pensó “Vaya sudaca más divertido” Estuvimos en Salamanca, Burgos, Aranjuez y le dejamos La Mancha para el final. Lo sobrecogió la meseta castellana con su hermosa aridez. Se hizo mil fotos delante de los molinos mientras repetía como un tonto “que no son gigantes sino molinos…”. Cuando embarcaba de vuelta a Chile me cantó una cancioncita de un grupo mexicano que dice: “Indios de dos continentes, mezclados con español, somos más americanos que el hijo de anglosajón”. Se fue de la Madre Patria con su chelo y su abnegada esposa María y pareció oírse un sonido seco, como si se desgajara otro trozo de esta España harapienta y zurcida.
5 comentarios:
Otra vez me pillaste en Alemania con esta entrada. Esta vez me negué a pagar el precio que pedía el hotel por acceder a internet en mi habitación, así que la leí de manera fugaz en el ordenador que tenían en recepción. Lástima, porque esta entrada no es para leerla a las prisas. Está muy bien contada la historia y dominas bien el arte de manipular los sentimientos. Qué fue de tu tío? Sigue echando de menos la piel de toro?
Un abrazo!
T
El anormal de mi tío sigue echando de menos lo que él sigue llamando la Madre Patria. Me cuentan que está mayor para viajar pero que quiere volver por estos pagos. Qué viajero eres. En Alemania te pasas media vida. A ver si le mando un correo a Matías a fin de que me cuente cómo está la pequeña Simba. Y supongo que a el habrá que llamarlo Mufasa, jajaja. Un abrazo, campeón.
Iteresante el duelo dialéctico que os traéis entre manos, más bien entre líneas, acabo de repasar todas (casi) las entradas y vuestros comentarios y aún no tengo claro si sois amigos o rivales...
Perdonadme que no me haya presentado antes(mi abuela diría que no es elegante dirigirse a alguien que no te hubiesen presentado, pero la indudable elegancia de mi abuela no resulta demasiado eficaz en estos tiempos,por eso debe ser que se mueren los ancianos, falta de eficacia),como iba diciendo, mi nombre es raquel, ociosa ocasional que, por culpa de una malsana curiosidad, andaba en busca del buscador y que afortunadamente ha topado con vosotros, con tobías no contaba, pero ha sido una grata sorpresa. Encantada de conoceros.
Besos a ambos.
Tobías y yo somos grandes amigos y por eso nos permitimos el lujo de disentir, de discutir, de tirarnos de los pelos y de agarrarnos de las solapas. Podemos hacer eso y luego volvemos a ser colegas de andanzas. Es un gran amigo y un gran discutidor. Me encanta que estemos de acuerdo, pero también me gusta mucho que no lo estemos. Discutir es estimulante y una gimnasia mental muy placentera. Un saludo desde El Buscador.
No puedo mejorar lo que dice JP. Vaya reunión familiar, por cierto: la abuela, la nieta, el tío de Chile, Simba, esto es el camarote de los hermanos Marx.
Por cierto, hoy por fin me volví a sintonizar contigo en el buscador. Entre tu comentario de la 'censura' y las entradas más fuertes de aquí, me pareció un poco descafeinado el buscador de hoy (acerca de Málaga). A ver si mañana puedo volver a escucharte.
T
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