21 de febrero de 2008

Ceriñola



Estamos en el sur de Italia el 28 de abril de 1503. Franceses y españoles andaban a la greña por el reino de Nápoles que había sido durante siglos de la Corona de Aragón y que ahora los franceses reclamaban amparándose en derechos dinásticos. Fernando el Católico había mandado a un general experimentado en las Guerras de Granada, quien en asuntos de linaje era un segundón, pero que se revelaría como uno de los grandes genios militares de la historia: Gonzalo Fernández de Córdoba, también llamado por sus hombres El Gran Capitán. El lugar escogido por los españoles para aguardar a los descendientes de Vercingetórix fue el pueblo italiano de Ceriñola. Huelga decir que a defender los intereses de catalanes y aragoneses fueron tropas mayoritariamente castellanas mandadas por un castellano, cosa absurda pues todos sabemos que España no existe.

Los españoles iban a probar unos cuadros de infantería formados por piqueros en los flancos y un nutrido grupo de arcabuceros que se movían en el centro del cuadro. Dejaban una distancia de unos dos metros entre ellos para luchar con comodidad. La forma geométrica exacta que adoptaban dependía del momento y era dispuesta por el oficial al mando que había de ser maestro en el “arte de escuadronar”. Cada soldado tenía órdenes de adelantarse un puesto en caso de que su compañero cayese, así se evitaba que hubiese huecos en donde pudiera haber un brecha. En estos cuadros que luego se llamaron tercios, hubo a principios del siglo XVI unos soldados armados con espada y escudo llamados coseletes aunque, con posterioridad, solo quedaron arcabuceros y piqueros. La infantería española se agrupaba en cuadros pequeños, lo cual le daba una gran movilidad y una facilidad extrema cuando tenían que adaptarse a una orografía difícil. Era el mismo sistema rápido de agrupación-separación que había usando con tanto éxito la legión romana 1500 años antes. Un arcabuz podía hacer hasta 40 disparos por hora pero había que dejarlo enfriar pues se corría el peligro de que se fundiese el plomo de las balas. El arcabucero disparaba y retrocedía para dejar que su compañero hiciese lo mismo mientras él recargaba.

El Gran Capitán sabía de la afición de los franceses por una buena carga de caballería y les puso un anzuelo para que hicieran eso mismo: una carga. Los esperaba pacientemente junto a Ceriñola. Los franceses se abalanzaron alegremente sin caer en la cuenta de los fosos y las empalizadas que habían hecho los españoles, al mejor estilo de Julio César. Habían colocado puntas de madera afiladas para que los caballos se destrozasen las patas y no pudieran salir. Los franceses, cuando quisieron rodear los fosos, expusieron sus flancos siendo una presa fácil para los arcabuceros españoles. El propio Duque de Nemours que mandaba las tropas francesas fue de los primeros en ser abatido. El Gran Capitán, una vez aniquilada la caballería francesa, sacó a sus piqueros alemanes que completaron la faena derrotando a la infantería gala. La batalla apenas sí duro una hora y no fue muy trascendental desde el punto de vista político pero fue la primera vez en siglos que una infantería provista de arcabuces había acabado con un cuerpo de caballería. Desde los tiempos de las falanges macedónicas o de las legiones romanas, no se había visto un cuerpo de infantería tan letal y tan versátil como el creado por el Gran Capitán. Asimismo, Gonzalo Fernández de Córdoba fue innovador en su táctica de perseguir al enemigo hasta su total destrucción, cosa nunca vista hasta entonces.

El Gran Capitán acabó sus días desencantado y amargado, como buen español, pues Fernando el Católico lo había acusado de ser demasiado ambicioso. El rey le quitó su confianza y Fernández de Córdoba murió en Granada en 1515. Pero la revolución militar que llevó a cabo le supuso a España la hegemonía durante más de 100 años. Sus tácticas siguen siendo estudiadas en academias militares y entre sus admiradores estuvieron tipejos insignificantes como Napoleón y el duque de Wellington. Sus soldados lo idolatraban y entre las tropas que combatieron junto a él hubo muchos valientes que luego se fueron a las Indias a conquistar imperios y a hacer fortuna. Por ejemplo: Francisco Pizarro.

Ante los muros de Loja Gonzalo descabalgaba;
la tarde tenía color de ensangrentada naranja.
Y los cincuenta guerreros que escolta de honor le daban,
contemplaban su dolor en coloquio sin palabras.

2 comentarios:

Tobias dijo...

Así que este es al que 'bautizó Paco el del Ferrol...'
Oye, hay algún sitio en el que se puedan bajar tus 'Buscadores' de Radio5?
Un abrazo!
T

Juan Pablo Arenas dijo...

Qué va tronco. La Radio Pública tiene guita para pagar asesores y trepas sin cargo definido pero no hay dinero para subir mis quesitos. Ya haré yo un paquete de varios de ellos y los subiré a Rapidshare. Besitos.