1 de septiembre de 2008

Descentralización


Uno de los términos más modernos y qué más recubre de progresismo a quienes lo emplean es el de “descentralización”. Siempre que se cita que España es un estado descentralizado se usa como ejemplo de modernidad y de que avanzamos raudamente hasta el infinito y más allá. Igual que Bazlaityiar, el fracasado superhéroe de “Toiestory”. La idea de la descentralización no es nueva. Quienes primero la emplearon con profusión fueron los carlistas.

Los carlistas nunca fueron un movimiento modernista. Durante todo el siglo XIX fueron contrarios a los espasmos liberales que querían hacer de España un país menos atrasado y menos primitivo. Los carlistas siempre lucharon por mantener los privilegios de la Iglesia Católica. Por eso el carlismo fue un movimiento rural. Los curas se encargaban de advertir al pueblo, desde los púlpitos de las iglesias rurales, contra los peligrosos liberales que blasfemaban en la ciudad. Los carlistas siempre defendieron los fueros de las llamadas zonas históricas. Por esa razón las regiones que más apoyaron el carlismo fueron Aragón, Valencia, País Vasco, Cataluña y Navarra. Los fueros eran privilegios y leyes particulares que los reyes medievales otorgaban durante la Reconquista. Pero en la Edad Media tenía sentido. La Reconquista no eran solo batallas. La parte más difícil era repoblar. Las ciudades no aparecían de la noche a la mañana. El terreno que se había ganado a los moros había que llenarlo de cristianos. Y no era muy alentador irte a vivir en medio de la nada sabiendo que un grupo de moros podía venir a rajarte la garganta, a violar a todas las mujeres de la aldea o a quemarte las cosechas. Había que dar incentivos. Los fueros eran esos incentivos. Se otorgaban leyes que reconocían al mandamás del pueblo y así el mandamás podía hacer y deshacer sabiéndose auspiciado por el rey. Sólo ante el rey tenía que responder. Esto fue un continuo en la historia de España. Los reyes respetaban fueros y tradiciones de modo que, las zonas en que estos fueros imperaban, quedaban indirectamente sujetas al poder real. Los reyezuelos locales se encargaban de hacerlos cumplir para que nadie de fuera viniera a quitarles los privilegios. De esta manera había una pirámide en la que el poder quedaba perfectamente repartido: el aldeano estaba sujeto a su caudillo local por los fueros o leyes particulares; el caudillo local juraba fidelidad al rey, pero en realidad quien mandaba en la aldea era el caudillo y no el rey. Así fue siempre en España. Por esta razón hubo siempre tantas revueltas e insubordinaciones contra el rey. No solían ser rebeliones que surgían del pueblo, sino que se alimentaban desde los caudillos locales a fin de no perder privilegios.

En 1640 los catalanes se alzaron contra los planes del conde-duque de Olivares de que todos los reinos de España contribuyesen a financiar las guerras en Europa. Ya desde antes de 1620 las Cortes castellanas abogaban por un reparto más equitativo de los gastos que generaba el imperio. Castilla era casi el único reino que ponía dinero para sufragar los enormes gastos y pedían que el resto de reinos y provincias (La Corona de Aragón, Portugal, Navarra, Guipuzcoa y Vizcaya principalmente) contribuyesen al menos para costear sus propios gastos de defensa. Las regiones italianas pagaban por su defensa al igual que los Países Bajos y Aragón y Valencia contribuían ocasionalmente. Portugal y Cataluña ayudaban a su defensa, pero se negaban a financiar las guerras de la corona, pues consideraban que lo que ocurría fuera de sus fronteras no era de su incumbencia. Como veis el lío de la financiación autonómica no viene de ahora.

Olivares era lo que hoy llamaríamos un centralista. Los catalanes reaccionaron oponiéndose de uñas a las propuestas de Olivares y hubo una guerra feroz. Tuvo lugar la llamada Revuelta de los Segadores en que las hoces catalanas quedaron tintas de sangre castellana. Cataluña se convirtió en una provincia francesa durante un tiempo, pero -¡oh sorpresa!- los franceses ni querían lengua catalana ni pensaban respetar los fueros. De modo que los catalanes volvieron al redil castellano donde sí les dejaban hablar catalán y donde sí les respetaban los fueros. Esto muestra que si en España hay tantas lenguas y seguimos con los mismos líos de hace siglos, es porque nunca jamás hubo aquí nada parecido al centralismo por mucho que los nacionalistas se lo inventen a diario. Con la excepción de la dictadura franquista. Ahí sí. Y hubo otro intento centralista cuando Felipe V emitió los Decretos de Nueva Planta que suponían la abolición de los fueros. Esto que desde fuera parece pura opresión castellana en la práctica fue oro caído del cielo, porque los catalanes, que hasta entonces no tenían derecho a comerciar con América, a partir de ese momento lo tuvieron. Esto supuso que los catalanes o aprendieron, o lo practicaron quienes ya lo sabían, el castellano, por la lógica razón de que para comerciar hace falta una lengua franca. Las huellas de catalanes a partir del siglo XVIII es amplia y fácilmente rastreable pero quizá la más llamativa para mí, pues me la aprendí en Chile con 5 años, sea la historia de Arturo Prat. Prat era hijo de catalanes que emigraron a principios del siglo XVIII y que ya comerciaban con Argentina, por obra y gracia de los Decretos de Nueva Planta. Años más tarde Arturo Prat sería el héroe del Combate Naval de Iquique y los niños chilenos se saben su historia mejor que los niños ingleses la de Nelson.



En España la tendencia propia de los liberales, de lo que, supuestamente, podría ser la izquierda de hoy, fue el centralismo. Lo contrario era lo antiguo, los fueros, lo que representaba la Iglesia, la vuelta a lo medieval. En la España del siglo XIX ser moderno y progresista era ser centralista a imitación de lo que se había hecho en Francia, en donde se había impuesto una sola lengua y donde se creía que las personas estaban por encima de los territorios, por muy históricos que fuesen. Lo contrario era el carlismo. En 1869 los Carlistas publicaron un panfleto títulado “Dios, Patria y Rey” en el que decían: “España para ser libre necesita un gobierno descentralizador. Es necesario dar a las provincias y al municipio la libertad que han menester para administrarse a sí mismos. Es necesario dar a las provincias sus fueros y franquicias” Es decir: que cuando a un político del siglo XXI se le llena la boca con las bondades de la descentralización le está copiando el programa a un carlista del siglo XIX.



Los carlistas surgen –entre otras cosas- como una reacción ante la Revolución Francesa. Para los carlistas la razón es una herramienta débil y falible. Los carlistas buscan la tradición. En la tradición hallan la verdad, pero como cada terruño tiene su verdad hay que dejar cada terruño tal cual es y sin contaminaciones. La tradición une al terruño con Dios. Dios fue quien otorgó las verdades a nuestros primeros padres y las verdades se fueron transmitiendo en cada terruño hasta nuestros días. Y se transmitieron en cada lengua. Por eso cada lengua une a Dios, con la tierra y con la gente. Cada lengua es sagrada. Las lenguas son quienes albergan esa verdad originaria y por eso hay que defenderlas y protegerlas de la contaminación. Al perderse la lengua se pierde ese vínculo con la tradición y con la verdad revelada por Dios. Se establecía así una unión mística entra la tierra y la lengua, todo ello santificado por Dios. Los carlistas y los tradicionalistas confían poco en la capacidad de la gente para mejorar su entorno y su propia vida. Los carlistas eran inmovilistas que buscaban que nada cambiase. Como casi siempre, a fin de perpetuar los privilegios de una determinada casta.

Mariano Luis de Urquijo era un afrancesado español a quien la Inquisición persiguió por traducir a Voltaire. Quiso hacer mil reformas pero se dio de bruces con todas ellas. En 1808 –el año de la invasión francesa- escribió una carta en la que decía: “Nuestra España es un edificio gótico, compuesto de trozos heterogéneos con tantos gobiernos, privilegios y leyes como provincias hay. No tiene nada de lo que en Europa se llama espíritu público. Estas razones impedirán siempre que se establezca un poder central lo bastante sólido para unir todas las fuerzas nacionales”


Igual que hoy.

6 comentarios:

Tobias dijo...

Jajaja, JP, es que parece que en España todo tiene que ser blanco o negro. A mi me parece que hay cosas que desde una administración central se organizan peor, porque está demasiado lejos de los problemas reales. Algunas cuestiones de educación, de seguridad ciudadana, etc. creo que se pueden llevar mucho mejor in-situ. Hay otras que deben estar normalizadas para todos los ciudadanos de una sociedad común y de las que debería velar una autoridad común para todos.
El gran problema que hay en España es el politiqueo de todo, y que al final todo se hace para medrar. Creo que se podría organizar de manera eficiente, sin las miles de redundancias y mamadas del bote que hay. Un buen reparto de funciones y responsabilidades, con el objetivo común de que el sistema funcione mejor para cada individuo. Pero esto ya es pedir demasiado...
En si no veo problema a la idea de descentralizar algunas cosas.
Abrazos!!
T

Juan Pablo Arenas dijo...

Por supuesto que lo pequeño se gobierna mejor que lo grande. El problema es que aquí no es que el Estado delegue en sucursales locales actividades que se hacen mejor desde cerca, sino que se van creando pequeños Estados con las mísmas ínfulas, pompa y gastos que los centrales. Las delegaciones funcionan bien siempre y cuando se esté de acuerdo en lo esencial, cosa que aquí no ocurre. Por supuesto que se podría organizar bien, pero, ¿quién se atreve a quitarles competencias ahora a estos reyezuelos? ¿quién se arriesga a que lo llamen centralista, fascista y anti-progresista? En Alemania hace dos años quitaron atribuciones a los Lander y no pasó nada. Hasta entonces seguiremos disfrutando con los 3 millones de euros que se ha gastado Carod Rovira en un imprescindible colegió en catalán del sur de Francia.

http://www.eleconomista.es/politica/noticias/727161/08/08/Carod-inaugura-el-primer-instituto-financiado-por-la-Generalitat-en-Francia.html

Tobias dijo...

Me temo que eso allí no va a cambiar a no ser que el personal que vote se de cuenta de lo absurdo del chiringuito que está montado. Pero claro, no es tan absurdo si ese chiringuito te pone las sardinas. Las probabilidades de acabar a cuerpo de rey en una de las múltiples administraciones no son tan bajas.
En cuanto al colegio catalán del Carota Rovira, realmente no me parece tan mal. Luego vendrán todos los argumentos que quieras de de dónde saca el dinero, a quién se lo quita, etc. Pero el hecho de abrir un cole catalán en el extranjero en área de influencia catalana... que lo disfruten y dejen de dar la tabarra victimista.
Besitos
T

Juan Pablo Arenas dijo...

Lo divertido del colegio de 3 millones de euros es que conozco a una chica -tú ya sabes quién- que estudia en un barracón prefabricado hace como 5 años en pleno corazón de Cataluña. Y no hay una biblioteca en todo el pueblo. A eso me refería cuando lo criticaba. Aunque no te preocupes porque seguirán siendo igual de victimistas. Viven de la queja. El sollozo es su alimento.

Anónimo dijo...

Pues os puedo contar que ni estando de acuerdo en lo esencial las delegaciones funcionan bien, os lo dice una que trabaja con y para una administración autonómica que, oh casualidad, es del mismo colorín que el gobierno central, y que sique siendo una de las economías más retrasadas del país, pero siempre oculta tras visiones triunfalistas de desarrollo, y que según parece ya va por la "tercera modernización" cuando la primera no se sabe ni dónde está.
En Andalucía llevamos padeciendo al mismo Sr. más de 20 años, que ya es decir, pero creo que tenemos lo que nos merecemos, porque encima los andaluces lo votamos libre y subsidiadamente(me incluyo como andaluza de adopción y no como votante), porque eso sí, lo de la subvención funciona que no veas, y es que como dice T, aquí el chiringuito te pone las sardinas.
Ojalá tuviéramos un Rovira por aquí, que supiera sacarle los cuartos al Estado Español para poner institutos andaluces por doquier. Ole por los catalanes y los vascos y ole por la descentralización y por los que se la curran, aunque sea llorando (el que no llora no mama), cada uno que aguante su vela, nosotros aquí seguimos sudando al Chaves.

Juan Pablo Arenas dijo...

Por supuesto que cada sociedad y pueblo tiene al gobernante que se merece. El andaluz escoge subvenciones y obtiene subvenciones.

Es curioso que siempre se hable del Estado como una caja mágica a exprimir a tope, que no existe para nada excepto para sacarle los cuartos en caso de necesidad. Pues generalmente ya no hay españoles sino andaluces, catalanes y palentinos, hasta que hay una tragedia y ahí sí que somos todos españoles para exigir declaración de zona catastrófica y dinero al gobierno central.

Yo soy un idealista -en esto sí- que quisiera que, algún día, se dejara de hablar de territorios y se volviera a hablar de personas.