La misión, que bien podría haber sido llevada a cabo por un grupo de marines yanquis adiestrados en las mejores técnicas de comando, tuvo lugar en 1490. En España se luchaba por derrotar el último bastión de los moros: el reino de Granada.
El protagonista fue Hernán Pérez del Pulgar, que era singular en su arrojo y en su nombre. Había nacido en la muy noble villa de Ciudad Real, en el año del señor de 1451. Eran tiempos en que un caballero tenía en tanta honra el manejo de la pluma, como el manejo de la espada. Pensad en señores como Jorge Manrique o Garcilaso de la Vega que componían versos y degollaban infieles o cualquier clase de enemigo.
La incursión se hizo el 17 de diciembre de 1490. Pérez del Pulgar y 15 de sus hombres se acercaron sigilosamente a las murallas de Granada. Era noche cerrada cual boca de lobo. Ni rastro de luna en el cielo. No creo que fuesen con betún en el rostro, pero poco les faltó. Iban con ropa negra y con dagas. Nada que les estorbase. Había que salir tan rápido como se entraba. Nueve de los bravos se quedaron cuidando de los caballos y Hernán Pérez del Pulgar y seis valientes más vadearon el cauce del río Darro con las dagas entre los dientes y temblando por el agua fría. Los guiaba un moro converso que se pasó al bando de los cristianos: un tal Pedro. Callejearon por la ciudad buscando su objetivo que era la mezquita mayor: lo que hoy es la Catedral de Granada.
En la puerta de la mezquita, y en un acto de fanfarronería que solo puede hacer un español, Pérez del Pulgar y sus seis aguerridos marines clavaron un papel en el que se leía que tomaban posesión de ese lugar en nombre de la fe católica y en representación de sus sagrados reyes: doña Isabel y don Fernando. Sin que les entre el pánico, encienden una vela y rezan a su Dios. Al terminar sus plegarias se dirigen a la Alcaicería con intención de quemarla. Pero Tristán de Montemayor, que era el custodio de la cuerda impregnada en alquitrán con que habría de prenderse el fuego, la ha olvidado y no puede más que admitirlo avergonzado. Pérez del Pulgar, que estaría tenso y cabreado, le arrea una puñalada en la cabeza al necio olvidadizo que lo habría matado si no lo hubieran defendido sus camaradas. De modo que otro de ellos, un tal Diego de Baena, se postula voluntario para regresar en busca de la mecha. Pérez del Pulgar le jura por sus muertos que si vuelve con la mecha de marras le regalará una yunta de dos bueyes. Un regalo que en la época equivaldría a un coche o a varios miles de euros. Baena se agacha, corre agazapado al abrigo de la noche y sin despegarse de los muros se acerca a la puerta de la Catedral. Pero con tan mala suerte que se dio de bruces con un centinela moro a quien no le alcanzó el tiempo para rezarle a Alá, pues el Baena le endiñó varias y hermosas puñaladas. Los gritos agónicos del moro alertaron al resto de la morisma vigilante, quienes comenzaron a aullar, a gritar y a perseguir a esos malditos cristianos. Las antorchas y teas se encendieron y la dormida Granada se despertó en un santiamén. Había que correr y correr sin mirar atrás y sin opción de ayudar al camarada si éste caía. Todos corren que se las pelan hacia la muralla donde sus otros compañeros, que guardaban los caballos, les esperan. Uno de ellos tropieza y se cae en una zanja. Se habían comprometido a no dejar prenda viva. El atrapado, que responde al nombre de Jerónimo de Aguilar, suplica a sus camaradas que lo maten. Pérez del Pulgar le tira una lanzada pero yerra. Sin saber bien cómo, consiguen liberarlo mientras los moros les pisan los talones. Vadean el río de vuelta y montan en sus jumentos tan rápido como alma que lleva el diablo. Se alejan al galope sintiendo el silbido de las saetas que disparan los moros. Misión cumplida. Desde aquel día, Hernán Pérez del Pulgar fue llamado “El de las Hazañas” El rey católico don Fernando II de Aragón los felicitó personalmente y no les impuso medallas porque en la época no se estilaban, que si no…
Por suerte, la hazaña de Pérez del Pulgar ha caído en el olvido, de lo contrario, ya habrían pasado a engrosar la lista de xenófobos e islamófobos peligrosos que ponen en peligro la Alianza de Civilizaciones y el BUR (Buen Rollito Universal).
El protagonista fue Hernán Pérez del Pulgar, que era singular en su arrojo y en su nombre. Había nacido en la muy noble villa de Ciudad Real, en el año del señor de 1451. Eran tiempos en que un caballero tenía en tanta honra el manejo de la pluma, como el manejo de la espada. Pensad en señores como Jorge Manrique o Garcilaso de la Vega que componían versos y degollaban infieles o cualquier clase de enemigo.
La incursión se hizo el 17 de diciembre de 1490. Pérez del Pulgar y 15 de sus hombres se acercaron sigilosamente a las murallas de Granada. Era noche cerrada cual boca de lobo. Ni rastro de luna en el cielo. No creo que fuesen con betún en el rostro, pero poco les faltó. Iban con ropa negra y con dagas. Nada que les estorbase. Había que salir tan rápido como se entraba. Nueve de los bravos se quedaron cuidando de los caballos y Hernán Pérez del Pulgar y seis valientes más vadearon el cauce del río Darro con las dagas entre los dientes y temblando por el agua fría. Los guiaba un moro converso que se pasó al bando de los cristianos: un tal Pedro. Callejearon por la ciudad buscando su objetivo que era la mezquita mayor: lo que hoy es la Catedral de Granada.
En la puerta de la mezquita, y en un acto de fanfarronería que solo puede hacer un español, Pérez del Pulgar y sus seis aguerridos marines clavaron un papel en el que se leía que tomaban posesión de ese lugar en nombre de la fe católica y en representación de sus sagrados reyes: doña Isabel y don Fernando. Sin que les entre el pánico, encienden una vela y rezan a su Dios. Al terminar sus plegarias se dirigen a la Alcaicería con intención de quemarla. Pero Tristán de Montemayor, que era el custodio de la cuerda impregnada en alquitrán con que habría de prenderse el fuego, la ha olvidado y no puede más que admitirlo avergonzado. Pérez del Pulgar, que estaría tenso y cabreado, le arrea una puñalada en la cabeza al necio olvidadizo que lo habría matado si no lo hubieran defendido sus camaradas. De modo que otro de ellos, un tal Diego de Baena, se postula voluntario para regresar en busca de la mecha. Pérez del Pulgar le jura por sus muertos que si vuelve con la mecha de marras le regalará una yunta de dos bueyes. Un regalo que en la época equivaldría a un coche o a varios miles de euros. Baena se agacha, corre agazapado al abrigo de la noche y sin despegarse de los muros se acerca a la puerta de la Catedral. Pero con tan mala suerte que se dio de bruces con un centinela moro a quien no le alcanzó el tiempo para rezarle a Alá, pues el Baena le endiñó varias y hermosas puñaladas. Los gritos agónicos del moro alertaron al resto de la morisma vigilante, quienes comenzaron a aullar, a gritar y a perseguir a esos malditos cristianos. Las antorchas y teas se encendieron y la dormida Granada se despertó en un santiamén. Había que correr y correr sin mirar atrás y sin opción de ayudar al camarada si éste caía. Todos corren que se las pelan hacia la muralla donde sus otros compañeros, que guardaban los caballos, les esperan. Uno de ellos tropieza y se cae en una zanja. Se habían comprometido a no dejar prenda viva. El atrapado, que responde al nombre de Jerónimo de Aguilar, suplica a sus camaradas que lo maten. Pérez del Pulgar le tira una lanzada pero yerra. Sin saber bien cómo, consiguen liberarlo mientras los moros les pisan los talones. Vadean el río de vuelta y montan en sus jumentos tan rápido como alma que lleva el diablo. Se alejan al galope sintiendo el silbido de las saetas que disparan los moros. Misión cumplida. Desde aquel día, Hernán Pérez del Pulgar fue llamado “El de las Hazañas” El rey católico don Fernando II de Aragón los felicitó personalmente y no les impuso medallas porque en la época no se estilaban, que si no…
Por suerte, la hazaña de Pérez del Pulgar ha caído en el olvido, de lo contrario, ya habrían pasado a engrosar la lista de xenófobos e islamófobos peligrosos que ponen en peligro la Alianza de Civilizaciones y el BUR (Buen Rollito Universal).
6 comentarios:
Qué bueno! Esta historia me recordó los tiempos en los que nos intentábamos colar por la noche en la piscina de TIRMA, y cuando eso ya estaba dominado, en la de las urbanizaciones colindantes. El encontrar una esquina oscura en la que sortear los muros, los huidizos esprints por las sombras, el chapuzón con el corazón a cien, y el escapar eufóricos. La pequeña diferencia era que esta gente se jugaba algo más que una reprimenda. De toras maneras, creo que hoy serían considerados terroristas, por ser salvajes que atacaban un centro de culto de una ciudad civilizada...
Un abrazo!
T
La leche. Yo creo que la hazaña más memorable que llevaba a cabo el adolescente hispano a finales de los 80 y principios de los 90 eran el colamiento veraniego en las piscinas. Nosotros solíamos escoger las piscinas de Mirasierra. Ignoro por qué razón nos parecían más atractivas. Pero había un colamiento cercano a tu predio que para mí era todo un desafío: las fiestas de Montehogar. La hostia: a veces lo intentábamos durante 5 veces a lo largo de una noche. Y todo para terminar dándonos una vuelta y poco mas. Total: nunca teníamos un duro para tomarnos nada. Qué pobres éramos. Un día creo que trepamos una valla y todo. No nos quitemos méritos. Hernán Pérez del Pulgar habría estado muy orgulloso de nosotros dos.
Por lo menos entonces quedaba el consuelo de la mili como prueba que superar, o que evadir, jajaja. Por cierto, te he dessintonizado. El otro día estuve mirando la programación y escuchando un rato rne5 y no te encontré. A qué hora sales explicando la red?
T
Jopé, la mili. ¿Conoces a alguno del grupo de Carlitos que la haya hecho? Yo me hice objetor y estuve limpiando culos de subnormales -ahora se les llama disminuidos psiquícos- y cantando villancicos con mi guitarra.
Los de Radio 5 me han sometido a la reconversión industrial y me sacaron de a diario para relegarme al fin de semana. Cosas de la directiva. Es la dictadura del informativo. Todo lo que no sean noticias no cabe. Los que tenemos el vicio de contar historias de las de siempre somos antiguallas. Para mí la radio es algo más que la CNN. Aún recuerdo unas maravillosas recreaciones que hacía Radio 1 hace 20 años. Las ponían en verano y con actores y efectos especiales. Recuerdo especialemente una que versaba sobre el sitio que Aníbal puso a Sagunto en el 218. Me dio miedo el personaje de Aníbal durante años solo por la labor que el actor hizo al interpretarlo. Acojonante. Ahora todo es España directo. Besitos.
JP
Jajaja, si yo te valgo, yo he hecho la mili, aunque ya era bastante light y a la carta... Creo que tu servicio debió ser más duro que el mio.
Los de R5 son lerdos, con lo que molaba escucharte cuando lo recordaba por la mañana. Tienes derecho a publicar tus quesitos del pasado? A tener algún archivo internetero abierto para escuchar tus consejos al navegante?
T
Pero tío, cuéntame tus historias de la mili. ¿Algun sargento loco? ¿Algunas maniobras en que derramaras la última gota de sangre si fuere menester? ¿Conociste al sargento Arensibia? No creo que nadie eche de menos mis quesitos. Tampoco me sé la posicion legal de todo ese material. Debería informarme.
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