Uno de los conceptos que más contribuyó a crear la Leyenda Negra de España en la Conquista de América fue la idea del filósofo francés Rousseau denominada: El Buen Salvaje. El filósofo francés, en su obra “Discurso sobre el Origen de la Desigualdad entre los Hombres”, daba una versión pesimista de la sociedad que conocía, y ensalzaba a rabiar el modo de vida de las tribus primitivas. Como un asidero a las diferencias sociales, el hambre y las penurias que se sufrían en Europa, se volvió la vista a las tribus primitivas idealizando su forma de vida y asegurando que vivían en el Paraíso. Se había creado uno de los mitos más fuertes y más recurrentes: el Buen Salvaje. El europeo era el opresor y el despiadado expoliador; y el indígena era un ser bueno y noble de bondad infinita.
Rousseau decía: “El hombre salvaje, después de que ha comido, está en paz con la Naturaleza y es amigo de todos sus semejantes. ¿Trata alguna vez de disputar su comida? Nunca llega a las manos sin haber comparado antes la dificultad de vencer con la de hallar en otra parte la subsistencia. Y como el orgullo no se mezcla con el combate, se termina con unos pocos puñetazos. El vencedor come, el vencido va a buscar fortuna a otro lugar y todo termina de modo pacífico”
A causa del mito del Buen Salvaje, Occidente sufre hoy un arraigado complejo de culpa. Está convencido de haber corrompido con su civilización a los demás pueblos de la Tierra, a los que agrupa bajo la denominación Tercer Mundo. Supuestamente, estos pueblos corrompidos serían ahora, sin la influencia occidental, felices como Adán en el Paraíso y puros como un diamante sin pulir. Sus raíces indígenas, según ellos, son cuanto necesitan para convertir el diamante en bruto en un diamante pulido.
Michel de Montaigne fue otro escritor del siglo XVI que ayudó a crear el mito del Buen Salvaje. En sus Ensayos escribió refiriéndose a América: “No hay ricos, ni pobres, ni contratos ni sucesiones […] Las palabras mismas que significan la mentira, la traición, la envidia, les son desconocidas. Desconocen que el comercio con los europeos les traerá la ruina” La América anglosajona no tuvo ningún problema de coexistencia con indios o negros. O los mataba o los arrinconaba o los explotaba. El español también mató y explotó pero integró. Hizo una sociedad en que había indios y negros. Había clases sociales, obviamente, y los criollos eran quienes ostentaban los privilegios, pero el indio tenía su función. Si no hubiera sido así, no habría indios en Ecuador, Bolivia o Paraguay. El español -a su manera y con mentalidad de hace siglos- integró y creó una sociedad con españoles, criollos, indios y negros. El anglosajón creó una sociedad de blancos en la que no tuvo problemas de integración porque nunca tuvo intención de integrar a nadie con los blancos. Blancos por un lado, indios por otro, negros por otro.
La frustración de no haber creado una sociedad rica y opulenta hace que el hispanoamericano reniegue de sus raíces europeas y busque en su indigenismo el remedio a sus males. Tras culpar a los europeos y españoles de sus infortunios, ahonda en su indigenismo del que cree que es un Bálsamo de Fierabrás que todo lo cura. El indígena alimenta su resentimiento con figuras como Tupac Amaru quien descendía en línea directa de los últimos reyes incas. Tupac Amaru se rebeló en 1780 pero fue apresado, torturado y ejecutado, lo cual le hizo pasar a la historia como un mártir precursor de la independencia americana. Pero esto es otro mito.
Tupac Amaru se rebeló –eso es cierto- pero en nombre de Carlos III, el rey ilustrado español que pretendía imponer reformas contra los abusos de los criollos peruanos. Quienes torturaron y mataron a Tupac Amaru eran criollos –tan americanos como Tupac Amaru- que no querían perder sus privilegios, ni querían que Carlos III los incordiase con ideas demasiado modernas. El criollo –la clase dominante que descendía del conquistador español- comenzó a tener sentimientos encontrados. Le llegaban noticias de la guerra de independencia que se libraba en Estados Unidos contra los ingleses y le seducía la idea de detentar todo el poder, cortando las amarras que lo sujetaban a España. Tras la rebelión de Tupac Amaru se prohibieron en Perú los retratos o vestiduras de tipo inca. Se prohibieron los rituales que se mantenían desde la época de los incas y se prohibió que hablasen lenguas incas. Pero 40 años después, cuando las naciones americanas surgen, los nuevos libertadores recurren al mito del Buen Salvaje y rebuscan en sus raíces indias una legitimación a su poder. Los mismos criollos que se sentían españoles y que despreciaban a los indios, comienzan a alabar los recuerdos de los imperios precolombinos de antaño, como el de los incas. Los nuevos presidentes de las naciones americanas buscan en el indígena un modo de legitimar su poder, a pesar de que años antes lo despreciaban. Hoy en día gentes como Hugo Chávez o Evo Morales siguen hurgando en el indigenismo del Buen Salvaje.
Las sociedades precolombinas que los españoles se encuentran al conquistar América eran feroces y terriblemente desiguales. Como también lo eran las sociedades europeas, pero en menor medida. Las sociedades precolombinas se hallaban en estados más primitivos de civilización, avances y derechos que las europeas. A pesar de que se quiere propagar a toda costa que los incas y aztecas eran monjitas de la caridad, es un mito que se cae por su propio peso.
Los aztecas fueron derrotados por los españoles, entre otras razones, porque otros pueblos de la región como los tlaxcaltecas se alzaron contra ellos. Y se alzaron no porque hubieran leído a los clásicos griegos, sino porque los aztecas se los comían. Y que alguien te quiera como primer o segundo plato o te quiera hacer rebozadito o la plancha suele ser un buen argumento para que le cortes la garganta antes de que te la corte a ti. De igual manera que los chancas –pueblo más tarde sometido por los incas- hacía lindezas de este tipo. Copio de la Wikipedia: “Los chancas eran muy sanguinarios al momento de pelear, cuando capturaban al enemigo lo hacían prisionero de guerra. Les hacían cosas crueles para demostrar al enemigo que no debían meterse con ellos; les hacían cosas como escalparlos, o sea, estando aún con vida los prisioneros les arrancaban la piel, los colgaban de cabeza para que la sangre se concentre en la parte superior del cuerpo y les hacían unos pequeños cortes en la parte frontal de los dedos de los pies, es ahí de donde comenzaban a arrancar la piel poco a poco, mientras el prisionero daba gritos despavoridos. Otra forma de intimidar al enemigo era haciendo copas hechas de los cráneos de los prisioneros en donde bebían la sangre del enemigo” No hay que sentir pena por los chancas. Los incas los conquistaron más tarde y les hicieron lo mismo o peor. Recientemente se ha sabido que los incas también hacían sacrificios humanos , cosa que no se conocía.
Ross Hassig, que es un experto estadounidense en la sociedad teocrática y guerrera que conformaban los aztecas, en su libro titulado Aztec Warfare relata que en 1487 el emperador Ahuitzol sacrificó 80.000 prisioneros en 4 días. Se cree que los sacerdotes aztecas mataban a razón de 14 prisioneros por minuto. En Auschwitz y Dachau no superaron ese ritmo de asesinato. Tenían cuatro altares funcionando a la vez y los verdugos se turnaban. Matar cansaba mucho porque los cuchillos eran de obsidiana y a veces el pecho no se rompía con facilidad a fin de extraer el corazón: los aztecas no conocían ni el hierro, ni la rueda, ni el arado. Era toda una cadena de montaje del asesinato. Y puestos a aplicar el término de genocidio sería aplicable a la matanza calculada y planificada de los sacerdotes aztecas. Tal cual mostró Mel Gibson en su película Apocalypto, a pesar de que luego lo llamaron genocida y occidental. Quien osa oponerse al mito del Buen Salvaje es un sanguinario occidental a quien le falta sentirse lo bastante culpable. Si un indio se come a otro indio no es genocidio, es una simple expresión de sus peculiaridades culturales. En cambio: si un español mata un indio es un genocida.
Cieza de Leon, que estuvo en América entre 1530 y 1550, dejó escrito sobre los chibchas de lo que hoy es Colombia: “Gustaban especialmente de la tierna carne de los niños y oí decir que los caciques de estos valles buscaban de las tierras de sus enemigos todas las mujeres que podían, las cuales, traídas a sus casas, las empreñaban y, si de ellas tenían hijos, los criaban con mucho regalo hasta que habían 12 ó 13 años, y estando bien gordos, los comían con gran sabor” El cacique de quien hablaba Cieza de León era el cacique Nutibara, cuyo nombre ha servido para formar un grupo paramilitar. Como se ve el mito del Buen Salvaje se convierte en el mito del Buen Guerrillero y así da lugar a esos luchadores por la libertad que son las FARC colombianas y que retienen a sus secuestrados con un collar al cuello como si fueran perros durante años. Que se lo cuenten a Óscar Tulio Lizcano que apenas ha estado ocho años retenido en la selva por estos egregios abanderados de los derechos humanos y que tan buena prensa tienen en España, entre los mismos que felicitan a Fidel Castro, Morales, Chávez, Correas…Suma y sigue. Eso sí: a todos se les llena la boca de baba cuando tienen que tildar al prójimo de fascista. Qué serían ellos sin tan mágica palabra.
La consecuencia más destacada del mito del Buen Salvaje y de su hermana gemela La Leyenda Negra Española es que todo buen español que se precie de su progresismo y de sus ideales avanzados tiene un sentimiento de culpa fuertemente arraigado en su interior. Y corre a disculparse por el hecho de ser español cuando le nombran a los aztecas y a Hernán Cortés. Está convencido de que Cortés era un genocida, aunque jamás se haya leído ni un libro sobre la conquista de México. Ni por supuesto tiene la más mínima idea de qué hacían los aztecas y cómo era su sociedad. El Buen Español se siente culpable por lo que hicieron sus antepasados, y se pone muy serio y mueve la cabeza, muy compungido, renegando de un asesino de la calaña de Hernán Cortés.
Rousseau decía: “El hombre salvaje, después de que ha comido, está en paz con la Naturaleza y es amigo de todos sus semejantes. ¿Trata alguna vez de disputar su comida? Nunca llega a las manos sin haber comparado antes la dificultad de vencer con la de hallar en otra parte la subsistencia. Y como el orgullo no se mezcla con el combate, se termina con unos pocos puñetazos. El vencedor come, el vencido va a buscar fortuna a otro lugar y todo termina de modo pacífico”
A causa del mito del Buen Salvaje, Occidente sufre hoy un arraigado complejo de culpa. Está convencido de haber corrompido con su civilización a los demás pueblos de la Tierra, a los que agrupa bajo la denominación Tercer Mundo. Supuestamente, estos pueblos corrompidos serían ahora, sin la influencia occidental, felices como Adán en el Paraíso y puros como un diamante sin pulir. Sus raíces indígenas, según ellos, son cuanto necesitan para convertir el diamante en bruto en un diamante pulido.
Michel de Montaigne fue otro escritor del siglo XVI que ayudó a crear el mito del Buen Salvaje. En sus Ensayos escribió refiriéndose a América: “No hay ricos, ni pobres, ni contratos ni sucesiones […] Las palabras mismas que significan la mentira, la traición, la envidia, les son desconocidas. Desconocen que el comercio con los europeos les traerá la ruina” La América anglosajona no tuvo ningún problema de coexistencia con indios o negros. O los mataba o los arrinconaba o los explotaba. El español también mató y explotó pero integró. Hizo una sociedad en que había indios y negros. Había clases sociales, obviamente, y los criollos eran quienes ostentaban los privilegios, pero el indio tenía su función. Si no hubiera sido así, no habría indios en Ecuador, Bolivia o Paraguay. El español -a su manera y con mentalidad de hace siglos- integró y creó una sociedad con españoles, criollos, indios y negros. El anglosajón creó una sociedad de blancos en la que no tuvo problemas de integración porque nunca tuvo intención de integrar a nadie con los blancos. Blancos por un lado, indios por otro, negros por otro.
La frustración de no haber creado una sociedad rica y opulenta hace que el hispanoamericano reniegue de sus raíces europeas y busque en su indigenismo el remedio a sus males. Tras culpar a los europeos y españoles de sus infortunios, ahonda en su indigenismo del que cree que es un Bálsamo de Fierabrás que todo lo cura. El indígena alimenta su resentimiento con figuras como Tupac Amaru quien descendía en línea directa de los últimos reyes incas. Tupac Amaru se rebeló en 1780 pero fue apresado, torturado y ejecutado, lo cual le hizo pasar a la historia como un mártir precursor de la independencia americana. Pero esto es otro mito.
Tupac Amaru se rebeló –eso es cierto- pero en nombre de Carlos III, el rey ilustrado español que pretendía imponer reformas contra los abusos de los criollos peruanos. Quienes torturaron y mataron a Tupac Amaru eran criollos –tan americanos como Tupac Amaru- que no querían perder sus privilegios, ni querían que Carlos III los incordiase con ideas demasiado modernas. El criollo –la clase dominante que descendía del conquistador español- comenzó a tener sentimientos encontrados. Le llegaban noticias de la guerra de independencia que se libraba en Estados Unidos contra los ingleses y le seducía la idea de detentar todo el poder, cortando las amarras que lo sujetaban a España. Tras la rebelión de Tupac Amaru se prohibieron en Perú los retratos o vestiduras de tipo inca. Se prohibieron los rituales que se mantenían desde la época de los incas y se prohibió que hablasen lenguas incas. Pero 40 años después, cuando las naciones americanas surgen, los nuevos libertadores recurren al mito del Buen Salvaje y rebuscan en sus raíces indias una legitimación a su poder. Los mismos criollos que se sentían españoles y que despreciaban a los indios, comienzan a alabar los recuerdos de los imperios precolombinos de antaño, como el de los incas. Los nuevos presidentes de las naciones americanas buscan en el indígena un modo de legitimar su poder, a pesar de que años antes lo despreciaban. Hoy en día gentes como Hugo Chávez o Evo Morales siguen hurgando en el indigenismo del Buen Salvaje.
Las sociedades precolombinas que los españoles se encuentran al conquistar América eran feroces y terriblemente desiguales. Como también lo eran las sociedades europeas, pero en menor medida. Las sociedades precolombinas se hallaban en estados más primitivos de civilización, avances y derechos que las europeas. A pesar de que se quiere propagar a toda costa que los incas y aztecas eran monjitas de la caridad, es un mito que se cae por su propio peso.
Los aztecas fueron derrotados por los españoles, entre otras razones, porque otros pueblos de la región como los tlaxcaltecas se alzaron contra ellos. Y se alzaron no porque hubieran leído a los clásicos griegos, sino porque los aztecas se los comían. Y que alguien te quiera como primer o segundo plato o te quiera hacer rebozadito o la plancha suele ser un buen argumento para que le cortes la garganta antes de que te la corte a ti. De igual manera que los chancas –pueblo más tarde sometido por los incas- hacía lindezas de este tipo. Copio de la Wikipedia: “Los chancas eran muy sanguinarios al momento de pelear, cuando capturaban al enemigo lo hacían prisionero de guerra. Les hacían cosas crueles para demostrar al enemigo que no debían meterse con ellos; les hacían cosas como escalparlos, o sea, estando aún con vida los prisioneros les arrancaban la piel, los colgaban de cabeza para que la sangre se concentre en la parte superior del cuerpo y les hacían unos pequeños cortes en la parte frontal de los dedos de los pies, es ahí de donde comenzaban a arrancar la piel poco a poco, mientras el prisionero daba gritos despavoridos. Otra forma de intimidar al enemigo era haciendo copas hechas de los cráneos de los prisioneros en donde bebían la sangre del enemigo” No hay que sentir pena por los chancas. Los incas los conquistaron más tarde y les hicieron lo mismo o peor. Recientemente se ha sabido que los incas también hacían sacrificios humanos , cosa que no se conocía.
Ross Hassig, que es un experto estadounidense en la sociedad teocrática y guerrera que conformaban los aztecas, en su libro titulado Aztec Warfare relata que en 1487 el emperador Ahuitzol sacrificó 80.000 prisioneros en 4 días. Se cree que los sacerdotes aztecas mataban a razón de 14 prisioneros por minuto. En Auschwitz y Dachau no superaron ese ritmo de asesinato. Tenían cuatro altares funcionando a la vez y los verdugos se turnaban. Matar cansaba mucho porque los cuchillos eran de obsidiana y a veces el pecho no se rompía con facilidad a fin de extraer el corazón: los aztecas no conocían ni el hierro, ni la rueda, ni el arado. Era toda una cadena de montaje del asesinato. Y puestos a aplicar el término de genocidio sería aplicable a la matanza calculada y planificada de los sacerdotes aztecas. Tal cual mostró Mel Gibson en su película Apocalypto, a pesar de que luego lo llamaron genocida y occidental. Quien osa oponerse al mito del Buen Salvaje es un sanguinario occidental a quien le falta sentirse lo bastante culpable. Si un indio se come a otro indio no es genocidio, es una simple expresión de sus peculiaridades culturales. En cambio: si un español mata un indio es un genocida.
Cieza de Leon, que estuvo en América entre 1530 y 1550, dejó escrito sobre los chibchas de lo que hoy es Colombia: “Gustaban especialmente de la tierna carne de los niños y oí decir que los caciques de estos valles buscaban de las tierras de sus enemigos todas las mujeres que podían, las cuales, traídas a sus casas, las empreñaban y, si de ellas tenían hijos, los criaban con mucho regalo hasta que habían 12 ó 13 años, y estando bien gordos, los comían con gran sabor” El cacique de quien hablaba Cieza de León era el cacique Nutibara, cuyo nombre ha servido para formar un grupo paramilitar. Como se ve el mito del Buen Salvaje se convierte en el mito del Buen Guerrillero y así da lugar a esos luchadores por la libertad que son las FARC colombianas y que retienen a sus secuestrados con un collar al cuello como si fueran perros durante años. Que se lo cuenten a Óscar Tulio Lizcano que apenas ha estado ocho años retenido en la selva por estos egregios abanderados de los derechos humanos y que tan buena prensa tienen en España, entre los mismos que felicitan a Fidel Castro, Morales, Chávez, Correas…Suma y sigue. Eso sí: a todos se les llena la boca de baba cuando tienen que tildar al prójimo de fascista. Qué serían ellos sin tan mágica palabra.
La consecuencia más destacada del mito del Buen Salvaje y de su hermana gemela La Leyenda Negra Española es que todo buen español que se precie de su progresismo y de sus ideales avanzados tiene un sentimiento de culpa fuertemente arraigado en su interior. Y corre a disculparse por el hecho de ser español cuando le nombran a los aztecas y a Hernán Cortés. Está convencido de que Cortés era un genocida, aunque jamás se haya leído ni un libro sobre la conquista de México. Ni por supuesto tiene la más mínima idea de qué hacían los aztecas y cómo era su sociedad. El Buen Español se siente culpable por lo que hicieron sus antepasados, y se pone muy serio y mueve la cabeza, muy compungido, renegando de un asesino de la calaña de Hernán Cortés.
4 comentarios:
Muy buena la diagonal trazada con la situación actual y las FARC. Por cierto, por qué no me ha llegado correo de esta entrada? Voy a romper una lanza en favor del buen salvaje. Los incas creo que no pueden ser llamados salvajes, al menos como contraposición a 'civilizado.' Ellos tenían su sociedad bastante estructurada, su imperio organizado, con lo que no es esa la imagen que me evoca el buen salvaje. Por ejemplo, en Apocalypto del Mel el buen salvaje sería 'la víctima,' aunque sería cosa de otro análisis ver si los grupos más pequeños eran menos cabroncetes.
Escribe más, mamón!
T
El buen salvaje es un término que tuvo gran predicamento en el siglo XIX cuando habia un gran paternalismo en el modo de tratar a quienes no fueran occidentales. Todos los imperios estaban estructurados y estaban organizados, por eso eran imperios. Tanto chibchas, mayas, olmecas, toltecas, incas o aztecas lo eran. No se puede mantener un imperio sin una organización económica, administrativa y social. Y con ciertos avances en ciencia como ocurría con los mayas. Pero yo quería incidir en su idealización a fin de acentuar la leyenda negra hispana. Las culturas precolombinas eran brutas, salvajes y primitivas como corresponde al grado de civilización en que se hallaban. Ni más ni menos. Eran así. No hay ni que rasgarse las vestiduras ni ocultar su verdad. España conquistó y mató, pero también trajo avances en derechos y libertades. Al igual que Roma mató y conquistó, pero trajo derecho, arados, lengua y cultura. Lo de España fue la Pax Romana en América, por muy incorrecto y fascista que suene estoy hoy día.
Iba a decir que el avance colateral era necesario, porque siempre conquistaban las culturas más avanzadas a las menos. Luego lo he pensado y no siempre ha sido así, ha habido conquistas que han supuesto un retroceso. Así que no digo nada más, jajaja.
T
Por supuesto que ha habido conquistas que fueron un retroceso. Aunque en general se puede hablar que hay una justicia universal que ha hecho que hayan ganado los buenos. Si los árabes hubieran conquistado Europa en el siglo VIII habría sido terrible. Afortunadamente se les pudo echar. O gente como Gengis Khan o los turcos traían más oscurantismo que otra cosa.
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