20 de agosto de 2009

Magallanes y Elcano

La cosa se comenzó a gestar en Valladolid en marzo de 1518. Dos portugueses esperaban para ver al canciller Jean le Sauvage que era un noble flamenco que había venido con la camarilla de Carlos V, quien apenas tenía 18 añitos: los mismos que el siglo.

Los portugueses que aguardaban para hablar con Jean le Sauvage eran Fernando de Magallanes, que era capitán de barco, y Ruy Faleiro que era cosmógrafo. Ambos traían la idea de que se podía llegar a Oriente evitando la ruta africana. Había precedentes como el de
Juan Díaz de Solís que había descubierto el estuario del Río de la Plata –donde hoy está Buenos Aires- pero el pobre no pudo hallar el estrecho y encima, cuando estaba tocándose la barriga en la playa al más puro estilo Fuengirola, los indios guaraníes se lo comieron a él y a 8 marineros más. Ignoramos si les gustaba poco hecho o al punto.

Finalmente, tras negociar con sagacidad, Magallanes firmó las capitulaciones con Carlos V el 19 de abril de 1519. Las capitulaciones eran como contratos donde se especificaba la parte que le correspondía al rey de lo ganado; a quién le tocaba administrar justicia y cosas así. Fue un año intenso 1519: el mismo en que Hernán Cortés desembarcaba en México. En las capitulaciones Carlos V escribió un texto cuyas líneas más famosas son: “Partid en buena hora a descubrir la parte del Mar Océano que cae bajo nuestras fronteras y demarcación […]”
Magallanes le había ofrecido su plan a Manuel I que era rey de Portugal, pero el monarca luso no andaba muy lúcido de visión comercial y le dijo que nones. Pero dicen que Manuel I se dedicó a sabotear todo lo que pudo y más la empresa de Magallanes: quién sabe si por envidia o por despecho.

El 20 de septiembre de 1519, Magallanes se hizo a la mar con 5 barcos y 265 hombres desde el puerto gaditano de
Sanlúcar de Barrameda. Magallanes, que era muy cuco, no les contó a sus hombres la magnitud del viaje que iban a emprender, para evitar deserciones. Además de municiones y comida, Magallanes embarcó baratijas con las que negociar con los nativos como tijeras, cascabeles, cuchillos y espejos. A pesar de lo que se cree, la mayoría de las empresas de Indias –se las llamaba empresas porque eran negocios que “se emprendían”- se costeaban con dinero privado. Pero aquí hubo dinero estatal: la Corona puso la mayor parte del coste en el 2º viaje de Colón, en el viaje de Pedrarias Dávila y en el viaje de Magallanes. Carlos V aflojó 6,4 millones de maravedís y el resto –1,8 millones- lo puso un mercader.

Magallanes hizo escala en las Canarias y luego siguió hasta Cabo Verde y Sierra Leona. En los barcos se producía un fenómeno llamado
Fuego de San Telmo. No es difícil imaginarse el miedo que este fenómeno –que hace parecer que hay fuego sobre las velas y los mástiles- causaría en un hombre del siglo XVI. Fue cuando Magallanes puso proa a Brasil.
Antonio de Pigafetta era un italiano que sobrevivió al viaje y que lo narró todo en un libro. Contó que los indios dormían en hamacas de algodón; que iban desnudos; que se comían a sus enemigos para asimilar sus virtudes; y que había unos preciosos loros. Algunos indios regalaron a 2 de sus hijas como esclavas para conseguir un cuchillo. Y eso que los indios eran perfectos y los españoles unos demonios que venían a exterminarlos. Los indios de Brasil fueron el primer modelo de inspiración para el mito de “El Buen Salvaje”: la idea de que los indios vivían en un Jardín del Edén y que no conocían el hambre, ni la envidia, ni el adulterio, ni los celos, ni la, pobreza, ni los asesinatos, ni el robo. La idea de que los indios eran seres buenos, puros y angelicales que fueron corrompidos por los europeos pervive hasta nuestros días

El 31 de marzo de 1520, Magallanes y su flota llegaron a Puerto San Julián, un pueblecito de Argentina que sigue recordando aquella expedición con un
museo temático. Era invierno profundo y Magallanes tuvo que hacer frente a un motín. Muchos marineros querían volver a España pero Magallanes se impuso. Hubo alguna muerte y a otros se los abandonó en tierra. Hubo un marino portugués llamado Esteban Gómez que escapó con una de las naves. Aquí es donde se puede decir que comienza la leyenda de Magallanes.

Magallanes se dispuso a adentrarse en el Estrecho que hoy lleva su nombre. Es difícil pensar en la pasta de la que estaban hechos hombres como él que en un barco pequeño –poneos al lado de la réplica de la nao Victoria- , sin apenas instrumentos de navegación, sin haber estado jamás en esos lares, sin saber qué se iban a encontrar y con las condiciones climáticas que hay en esa zona –cerca de la Antártida y en pleno invierno- apartaron sus miedos y tiraron hacia delante. Hoy en día cualquier barco lleva sistemas de orientación y, en caso de emergencia, puede pedir ayuda. Magallanes estaba solo en la inmensidad de la nada.

Pigafetta cuenta que el estrecho tenía unos 500 kilómetros de largo y que a ambos lados solo había montañas nevadas. Algunos pensaban que aquel canal era solo una bahía pero Magallanes pensaba que había una salida al otro lado. Quién sabe si tenía información de primera mano de algún portugués que hubiese llegado antes que él, o quizá era su propio coraje. Magallanes iba en vanguardia abriendo paso y a veces avanzaba el solo para luego retroceder en busca de los otros barcos que esperaban a que él les mandase avanzar. Una novela de caballerías –
Las Sergas de Esplandián- sirvió para nombrar esa región: Patagonia. Por esos años, otra novela de caballerías – Amadís de Gaula- serviría para nombrar otra remota región: California.

El 28 de noviembre de 1520, Magallanes entró en el Mar del Sur al que él llamó “Pacífico” por lo tranquilo que lo vio. Primero subieron bordeando la costa de Chile y luego enfilaron el Pacífico. Fue la parte más dura, porque el agua se les pudrió y la comida comenzó a escasear. Según Pigafetta, se comían las ratas del barco, cuero y serrín.

Consiguieron llegar a donde hoy están las Islas Marianas en marzo de 1521. Y las nombraron como Islas de Ladrones porque los indios eran rápidos en afanar lo ajeno. Pigafetta narró que los indios iban desnudos aunque algunas mujeres se cubrían sus partes con una corteza de árbol. Para un español de la época era chocante la desnudez, aunque no tanto para un marino resabiado y de vuelta de todo. También contó que había hombres que llevaban barbas hasta la cadera. Más hacia el sur, yendo a las Filipinas, tuvieron noticias de que los portugueses habían andado por allí.

Magallanes se hizo amigo del rey de la isla filipina de Cebú al que consiguió bautizar a la usanza católica y nombró como “Don Carlos”. Fue en esos días, el 27 de abril de 1521, que Magallanes accedió a luchar contra un cacique enemigo del rey de Cebú. Ocurrió en la isla de
Mactán en donde Magallanes subestimó a su enemigo y cayó muerto. Pigafetta describió con mucha emoción la muerte de Magallanes: “[…] nuestro espejo, nuestra luz, nuestro reconforto y nuestra guía cayó muerto”. La tripulación hundió un barco y prosiguió con los dos que les quedaban: la Victoria y la Trinidad.

Pasaron por Borneo, en Indonesia, donde les sorprendió que el rey de allí los hiciera ir a lomos de un elefante para recibirlos. Conocieron a musulmanes que no se parecían a los moros que ellos conocían, porque estaban muy orientalizados. Incluso hubo un rey musulmán que le cambió el nombre a una isla y le puso “Castilla”. Los españoles vieron a esos moros muy razonables en comparación a los que conocían. En las Islas Molucas encontraron el ansiado
clavo: la especia que había puesto todo el mundo manga por hombro. Todos compraron clavo porque sabían que le sacarían mucho dinero en Europa. Incluso hubo quien vendió hasta su camisa. Los españoles vieron que el clavo crecía en árboles altos y gruesos, los cuales daban 2 cosechas al año y que crecían muy bien en las montañas y regados por la niebla.

A los españoles solo les quedaba un barco y tuvieron que huir rápidamente porque los portugueses estaban muy enojados. No querían competencia ni leal ni desleal. El libre mercado no se estilaba y casi todas las mercancías se movían en régimen de monopolio. Fueron los anglosajones quienes comenzaron el libre mercado con muy buenos resultados.

En diciembre de 1521, ya estaban cruzando el Océano Índico y
Juan Sebastián Elcano –vasco de 45 años, nacido en Guetaria, en Guipuzcoa- ya era el capitán del único barco que quedaba.

Al doblar el Cabo de Buena Esperanza –la punta más meridional de África- hubo portugueses que abandonaron el barco por miedo a ser ajusticiados en caso de que se encontrasen con compatriotas enardecidos. En Cabo Verde consiguieron arroz y agua para la última parte del viaje. Eran innumerables los cadáveres de los que morían y que había que lanzar al agua. Pigafetta apuntó una cosa curiosa acerca de los cadáveres: “los cristianos permanecían con la cara hacia el cielo y los indios la tenían hacia el océano”. También descubrieron que, al haber navegado siempre hacia el oeste, habían ganado un día y no era jueves sino miércoles.

El 6 de septiembre de 1522 –casi 3 años después- la nao Victoria arribó a Sanlúcar de Barrameda con 18 hombres a bordo, incluido Elcano, aunque habían zarpado 265. Remontaron el Guadalquivir hasta Sevilla y allí lanzaron una salva de honor. Después fueron a Valladolid donde los recibió Carlos V, quien le dio a Elcano la potestad de poner en su escudo de armas la frase latina “Primus me circumdedisti”, es decir, “fuiste el primero en rodearme”.

Magallanes y Elcano habían probado algo que se sabía hace mucho pero que ahora no se podía refutar: que la Tierra era redonda. Aunque ahora pueda parecer obvio, en la época fue un acontecimiento mundial. Habían mostrado que Colón estaba en lo cierto. Si la gesta la hubieran hecho franceses o ingleses, lo tendrían todo lleno de museos y rutas turísticas, pero lo hizo España. Y como tal, solo una triste y roñosa
placa recuerda el nombre de los 18 que volvieron a Sanlúcar de Barrameda.

2 comentarios:

Tobias dijo...

Y qué fue de Ruy Faleiro? Se metió en la expedición o sólo fue a por pastizara?
Yo creo que en España no le ponen museos multimedia y tal porque somos muy modestos y no nos gusta fardar de méritos, que como en España no se vive ne ningún lado, eh?
En la entrada de la wikipedia de las Islas Marianas dicen que los autóctonos no eran tan chorizos, que más bien se debió a un malentendido cultural de aquél tiempo: http://es.wikipedia.org/wiki/Islas_Marianas
Es que todo el mundo es güeno! Abrazos
T

Juan Pablo Arenas dijo...

Jaja, dice la Wiki que a Ruy Faleiro se le fue la pinza y que el día antes de embarcar dijo que no iba, que ni hablar del peluquín, que él se quedaba en tierra, porque el horóscopo le predijo una muerte funesta.

Es porque no nos gusta fardar y para no oprimir con nuestro fascismo a las pobres regiones largamente oprimidas. Por eso no hay un miserable museo dedicado a Magallanes.

Más abracitos.
JP