Estamos en Nordlingen, en Baviera, al sur de Alemania, entre el 5 y el 6 de septiembre de 1634. Por un lado había tropas herejes y luteranas: suecos principalmente, aunque también había alemanes y finlandeses. Por otro lado los católicos: tropas españolas e italianas y católicos alemanes.
Los católicos colocaron su parte central con tercios españoles en la colina de Albuch. Los suecos atacaron con caballería y buenos zambombazos de artillería. Con la caída de la noche, los suecos intentaron acercar su infantería pero en el combate cuerpo a cuerpo fueron derrotados. A las 11 de la noche unos 4.000 protestantes atacan la colina y hacen retroceder a los católicos. Weimar, uno de los jefes protestantes, se impacienta y dice que no quiere esperar más para acabar con esos andrajosos españoles, a pesar de que sus capitanes le piden prudencia.
Uno de los jefes alemanes católicos protestó porque su regimiento había sido relegado a fin de hacer sitio a un tercio español. Dijo que era injusto tras 30 años de servicio a España. El germano se llamaba Wurmser y aseguró que pensaba desobedecer, agarrar una pica y mezclarse dentro del tercio español. El Cardenal Infante Fernando, hermano de Felipe IV, ante semejante muestra de lealtad y coraje concedió al alemán su deseo y les otorgó ir en primera fila. El valeroso Wurmser moriría en su posición aguantando el ataque sueco. Las tropas de Wurmser no pudieron aguantar el empuje y se desmoronaron.
Los católicos cedían y solo el Tercio de Toralto integrado por italianos y el Tercio de Martín de Idiáquez –un vasco- se mantenían firmes. El Tercio de Idiáquez comenzó a avanzar con su disposición normal: arcabuceros delante protegidos por un enjambre de piqueros. Dos veces rechazaron los católicos a los suecos durante esas horas. Un tercer ataque de caballería sueca a eso de las 7 de la mañana fue repelido por los tercios españoles. Llevaban toda la noche combatiendo.
Cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve veces y hasta un total de 14 asaltos suecos fueron rechazados a lo largo de la noche y la mañana del día siguiente. Los suecos llegaron a emplear un contingente de caballeros medievales con armadura al mando del duque de Lorena pero nada pudieron hacer.
Los soldados de los tercios, perros viejos y con esa guasa tan española, desarrollaron una táctica mezcla de gallardía y pitorreo. Cuando los suecos se aproximaban, se tiraban al suelo y evitaban el disparo. Luego se levantaban y los acribillaban. Tened en cuenta lo que se tardaba en cargar un arcabuz: varios minutos. En ese momento, fruto del cansancio y la mala uva hispana, muchos soldados españoles rompieron la formación y contraatacaron a pesar de que no se les había ordenado. Más suecos cayeron por esto.
Eran las 10 de la mañana y los Tercios de Toralto e Idiáquez, andrajosos españoles, desharrapados españoles, seguían aguantando la embestida de los suecos. La caballería católica, aprovechándose de la obsesión sueca de conquistar la colina de Albuch, empieza a envolver a los protestantes. La moral sueca se derrumba y comienzan a retroceder. Tras 15 ataques rechazados, los tercios se lanzan en persecución de los suecos que huyen en desbandada. Hasta 21.000 suecos murieron aquel día. La gesta de Toralto e Idiáquez, con 15 cargas rechazadas y combatiendo sin descanso a lo largo de toda la noche, ha quedado sepultada en el olvido por un país que se avergüenza de lo que fue para complacer a no se sabe qué turbias ideologías y que confunde pacifismo con desmemoria. Calderón de la Barca, que fue soldado, dijo en su auto sacramental llamado "El primer blasón del Austria":
Con un tercio de españoles
don Martín de Idiáquez vaya
que su gente es tan valiente
que quedará en la campaña
antes que perder un paso
de este puesto que se guarda
Los católicos colocaron su parte central con tercios españoles en la colina de Albuch. Los suecos atacaron con caballería y buenos zambombazos de artillería. Con la caída de la noche, los suecos intentaron acercar su infantería pero en el combate cuerpo a cuerpo fueron derrotados. A las 11 de la noche unos 4.000 protestantes atacan la colina y hacen retroceder a los católicos. Weimar, uno de los jefes protestantes, se impacienta y dice que no quiere esperar más para acabar con esos andrajosos españoles, a pesar de que sus capitanes le piden prudencia.
Uno de los jefes alemanes católicos protestó porque su regimiento había sido relegado a fin de hacer sitio a un tercio español. Dijo que era injusto tras 30 años de servicio a España. El germano se llamaba Wurmser y aseguró que pensaba desobedecer, agarrar una pica y mezclarse dentro del tercio español. El Cardenal Infante Fernando, hermano de Felipe IV, ante semejante muestra de lealtad y coraje concedió al alemán su deseo y les otorgó ir en primera fila. El valeroso Wurmser moriría en su posición aguantando el ataque sueco. Las tropas de Wurmser no pudieron aguantar el empuje y se desmoronaron.
Los católicos cedían y solo el Tercio de Toralto integrado por italianos y el Tercio de Martín de Idiáquez –un vasco- se mantenían firmes. El Tercio de Idiáquez comenzó a avanzar con su disposición normal: arcabuceros delante protegidos por un enjambre de piqueros. Dos veces rechazaron los católicos a los suecos durante esas horas. Un tercer ataque de caballería sueca a eso de las 7 de la mañana fue repelido por los tercios españoles. Llevaban toda la noche combatiendo.
Cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve veces y hasta un total de 14 asaltos suecos fueron rechazados a lo largo de la noche y la mañana del día siguiente. Los suecos llegaron a emplear un contingente de caballeros medievales con armadura al mando del duque de Lorena pero nada pudieron hacer.
Los soldados de los tercios, perros viejos y con esa guasa tan española, desarrollaron una táctica mezcla de gallardía y pitorreo. Cuando los suecos se aproximaban, se tiraban al suelo y evitaban el disparo. Luego se levantaban y los acribillaban. Tened en cuenta lo que se tardaba en cargar un arcabuz: varios minutos. En ese momento, fruto del cansancio y la mala uva hispana, muchos soldados españoles rompieron la formación y contraatacaron a pesar de que no se les había ordenado. Más suecos cayeron por esto.
Eran las 10 de la mañana y los Tercios de Toralto e Idiáquez, andrajosos españoles, desharrapados españoles, seguían aguantando la embestida de los suecos. La caballería católica, aprovechándose de la obsesión sueca de conquistar la colina de Albuch, empieza a envolver a los protestantes. La moral sueca se derrumba y comienzan a retroceder. Tras 15 ataques rechazados, los tercios se lanzan en persecución de los suecos que huyen en desbandada. Hasta 21.000 suecos murieron aquel día. La gesta de Toralto e Idiáquez, con 15 cargas rechazadas y combatiendo sin descanso a lo largo de toda la noche, ha quedado sepultada en el olvido por un país que se avergüenza de lo que fue para complacer a no se sabe qué turbias ideologías y que confunde pacifismo con desmemoria. Calderón de la Barca, que fue soldado, dijo en su auto sacramental llamado "El primer blasón del Austria":
Con un tercio de españoles
don Martín de Idiáquez vaya
que su gente es tan valiente
que quedará en la campaña
antes que perder un paso
de este puesto que se guarda
3 comentarios:
Jajajaj, aquí los finlandeses dicen que los suecos son mariquitas. Siempre que hacen algún chiste sobre los bujarras, el protagonista tiene nombre sueco.
Esos personajes que aguantaban con valentía y se morían contentos por haber servido a una causa superior a ellos son como los dinosaurios, una especie extinguida. Por un lado, ya no nos creemos ninguna causa superior que nos puedan vender: patria, dios. Por otro, ya no nos creemos que haya algo o alguien superior a nosotros, si nosotros somos la puta hostia.
Quién sabe, quizás algún día vuelvan los dinosaurios?
T
En la película 300 se ve eso muy bien. El hombre libre que va a que lo maten porque lo desea y el persa esclavo que ataca porque lo están azotando y al que matarán si no ataca.
Deberían volver los dinosaurios y así tendríamos un baño de humildad y causas reales por las que lloriquear. Cuando un tricerátopos viniera relamiéndose hacia nosotros, correríamos como locas sin mirar atrás. ¿Qué tal en la oficina, papá? Nos preguntaría nuestra hija teniendo todavía el aliento del tricerátopos fresco en el cuello.
Jajaja, como el triceratops se llame Olaf el aliento al cuello puede ser indicativo de un pronto dolor de nalgas...
T
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