10 de julio de 2008

Diego de Almagro


En la conquista de Perú había dos personalidades demasiado fuertes que chocaban entre sí: Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Pizarro quería alejar a Almagro de su centro de poder. Además, los incas animaban a Almagro a que se fuera del Perú a fin de dividir a los españoles. Engatusaron a Almagro con historias de la riqueza de un reino que se hallaba más al sur: Chile. 


Almagro organizó y equipó una hueste de 500 españoles, unos cien negros y varios miles de aborígenes auxiliares o yanaconas, con los que se dirigió a Chile. No se sabe bien qué edad tenía Almagro pero a buen seguro que rondaba los 60 años: ya no era un chaval. La expedición salió en julio de 1535 de Perú y en agosto debía encontrarse cerca de los Andes. Recordemos que en esa época es invierno en el hemisferio sur, así que, por esas latitudes, el frío hubo de ser espantoso. La ruta partió de Perú, entró en Bolivia, luego en Argentina, entró en Chile y luego volvió a Perú. Cojamos la expedición en Chicoana, que en la actualidad es el noroeste de Argentina. Chicoana era el último lugar con víveres antes de Los Andes. Había que acopiar maíz y forraje para los animales. Los indios se rebelaron o huyeron y los españoles tuvieron que deshacerse de muchos bastimentos y provisiones pues no tenían quién los cargase. De manera que, con escasa comida, se dispusieron a enfrentar Los Andes.

Diego de Almagro iba delante con otros 20 españoles: todos a caballo. Los puertos que cruzan los Andes tienen, en estas regiones, una altura media de 4.000 metros. Se ignora por qué paso pudo cruzar Almagro pero se cree que pudo ser el Paso de San Francisco a 4.500 metros de alteza –que así se decía- o el Paso de Come-Caballos. Debido al nombre de este último topónimo parece probable que fuese por ahí por donde cruzó Almagro, pues, seguramente, el hambre les hizo comerse los caballos. El Paso de Come-Caballos tiene unos 4.300 metros de altitud y aún se conservan viejos caminos incas de los que debieron de valerse los españoles.

Se cree que la temperatura sería durante el día de unos 5 grados sobre cero y por la noche descendería a unos 20 bajo cero. José de San Martín cruzó por este paso –en 1817- y registró 10 grados bajo cero en febrero por la noche, que 
allí es pleno verano. El frío era horrible. Ninguno iba pertrechado para soportar semejante frío. Hasta los alpinistas más preparados sufren congelaciones. Las crónicas cuentan que muchos perecieron y que la nieve y el frío quemaban los ojos, las narices y las orejas. No tenían leña ni lumbre para encenderla. Al parecer las mayores bajas se dieron entre los negros que eran quienes menos habituados estaban al frío. Dicen que la gente se helaba junto a sus caballos y se quedaban de pie, rígidos, como estatuas de hielo. Las expediciones sucesivas encontraron a estos hombres junto a sus monturas en la misma posición en que murieron. Las crónicas hablan de un castellano a quien la nieve le abrasó los dedos, le hizo caer las uñas y mudar los cueros de la mano como si fuera Fuego de San Antón, que es como se le llamaba al ergotismo y que produce gangrenas y mutilaciones. 


De otro integrante, Jerónimo Costilla, dijeron que "se le pegaron los dedos de los pies a la bota de tal suerte que, cuando lo descalzaron a la noche, le arrancaron los dedos, sin que él lo sintiese ni lo echase de ver hasta el otro día en que halló sus pies sin dedos". Hubo canibalismo y los vivos se comían a los muertos, aunque al parecer los españoles se negaron a hacerlo por cuestiones religiosas y fueron los indios quienes se comían al prójimo. Además, había que contar con el mal de altura. La hipoxia –falta de oxígeno en tejidos y células- se produce a partir de los 2.500 metros. A la falta de alimentos había que sumar que respirar era un suplicio. Debido a la altura no había apenas hierbajos con que se pudiesen alimentar las monturas. Toda la región por la que viajó Almagro es el Altiplano o Puna, algo parecido a la meseta castellana pero a 3.000 metros.

Con muchas penurias, Almagro dejó atrás Los Andes y llegó al Valle de Copiapó en lo que hoy es Chile. En esta región los ayudó un castellano llamado Calvo de Barrientos que se había desterrado para no vivir en Perú con el oprobio de ser El Desorejado. Calvo de Barrientos era soldado de Pizarro y había sido castigado a que le cortasen las orejas porque lo sorprendieron robando. A fin de no vivir humillado, Calvo de Barrientos se fue al sur, razón por la que es el primer español en llegar a Chile. Era normal en la época desorejar como un modo de castigo. 



Barrientos persuadió a sus anfitriones indios de que no se resistiesen a los castellanos. Los indios de la zona sintieron pavor ante los caballos, las armaduras, el acero toledano y los arcabuces –tubos de trueno los llamaban-. Al igual que sucedió con los aztecas en México, estos lares estaban habitados por indios que pagaban tributos a los incas. De modo que no hacía falta mucho para convencerlos de que se rebelasen contra los incas y se hicieran aliados de los españoles. Las misiones que Almagro había hecho o mandado hacer no dieron el fruto deseado, por lo que resolvieron volver al Perú. Barrientos – El Desorejado- indujo a Almagro a que volviese a Perú por el desierto en vez de por la cordillera.

Los españoles se aprestaron a recorrer 400 kilómetros del desierto más seco del mundo, el desierto de Atacama, que está al norte de Chile. Almagro hizo dividir sus fuerzas en grupos pequeños para que el agua que encontrasen se repartiese sin codicia. A lo largo del desierto de Atacama había unos pequeños pozos llamados jagüeys que los españoles usaron. Almagro hizo que la vanguardia fuese dejando señales de dónde se hallaban los jagüeys y que escarbasen al objeto de que brotase más agua.



Dicen las crónicas que la sed entraba por la gorja –la garganta- y el pecho y que se hacía violenta y seca en los miembros, rasgaba las tripas y hacía temblar la cabeza y requemaba los sesos. La sed era una estaca ardiente y, en cuanto echaban adentro el agua sucia, las entrañas se les sacudían. Siguen diciendo las crónicas que los españoles entendían que morirían y que serían carne de momia, pues vieron que la carne no se pudría del calor tan asfixiante. El aire era irrespirable y pesado y muy malo de sufrir. Amén de los pesares del viaje, Almagro hubo de hacer frente a dos traidores que abandonaron la comitiva y quisieron cegar los pozos por donde habrían de pasar los castellanos. Aunque más tarde, por justicias del destino, los encontraron muertos al salir del desierto. Dos años tardó Almagro en lograr su empresa.


Es difícil saber la distancia que recorrió Almagro pero fácilmente pudieron ser unos 5.000 kilómetros a pie y a caballo. Un poco menos que ir desde Madrid a la Cordillera de los Urales. 




Diego de Almagro volvió al Perú en donde se desencadenó una guerra civil entre él y Francisco Pizarro por el control de esas tierras. Cosa rara e inusual ver a españoles matando españoles, ¿no? Hasta en América nos matamos. Almagro perdió en la Batalla de las Salinas y fue ajusticiado con garrote vil el 8 de julio de 1538 en la Plaza Mayor de Cuzco y luego lo decapitaron. 



De Diego de Almagro dijeron que era de cuerpo pequeño, de feo rostro y tuerto. Era pobre como todos los castellanos de la época. Y se hizo a sí mismo. Una de las razones pueriles con las que se suele descalificar a los conquistadores españoles es su afán de lucro y su poca cultura. Nadie le pidió certificado de estudios a John Smith que se restregaba con Pocachontas, ni a todos los ingleses, franceses, holandeses y portugueses que fueron a América. Y ¿por qué es malo querer ganar dinero? El afán de lucro ha hecho que el mundo avance y vivamos hoy mejor que hace 5 siglos. ¿No iban a ganar dinero los ingleses que plantaban tabaco en Virginia? Diego de Almagro se hizo a sí mismo. Medró con su esfuerzo individual. Su hazaña fue, y es, puro capitalismo.

Vean más en dos páginas muy completas. Una contiene un vídeo con un documental hecho por ingenieros chilenos que quisieron buscar la ruta por la que Almagro debió de cruzar Los Andes, pero armados con satélites, GPS, y toda la parafernalia tecnológica. Sólo habla del paso de Los Andes. La otra es una página con un relato bastante completo y con fotos de los parajes por donde pasó Almagro.




5 comentarios:

Tobias dijo...

Casi lo mismo que los investigadores españoles, que se pegan miles y miles de kms y cuando vuelven los castigan sin postre (bueno, el garrote vil es algo peor)...
T

Juan Pablo Arenas dijo...

¿Te han castigado sin postre oh ilustre investigador?

Tobias dijo...

A mi no, querido JdO, pero a los que atrajeron con la operación retorno. Yo sigo dando vueltas lejos de España ;)
T

Juan Pablo Arenas dijo...

Mecachis en la mar salada, y ¿por dónde te hallas maldito hereje finés?

Tobias dijo...

En casa ya, en Tampere, pero muchas vueltas para limpiarla, jajaja. Estás inspirado y molan tus historias.
T