La batalla de las Navas de Tolosa fue consecuencia de una guerra de desgaste llevada a cabo tanto por moros como por cristianos y un pequeño afán de revancha que anidaba en el pecho del rey castellano Alfonso VIII, quien había sido derrotado y casi muerto en la batalla de Alarcos en 1195. Alfonso VIII se había casado con Leonor, hermana de Ricardo Corazón de León, y se pasó la vida combatiendo a los almohades. La batalla de las Navas de Tolosa tuvo lugar cerca del puerto de Despeñaperros, en la provincia de Jaén, al lado del pueblo de Santa Elena, el 16 de julio de 1212. Hemos pasado por allí muchas veces de camino a Almuñecar, Granada o Salobreña. Menuda jartá de caló que tuvieron que aguantar ambos bandos con las armaduras, las cotas de malla y el estrés que te entra cuando tienes que matar y no quieres que te maten.
En la Península había 5 reinos cristianos: el más grande y potente era Castilla; además estaba la Corona de Aragón, Navarra, León y Portugal. No era raro que los reinos cristianos luchasen entre sí para regocijo de los almohades que ni tenían que molestarse en organizar batallitas, ya que los cristianos se bastaban y sobraban para matarse entre ellos. Españoles al fin y al cabo.
El Papa Inocencio III andaba de los nervios y no ganaba para disgustos, ya que, aparte de la disensión entre cristianos en España, tuvo que aguantar que Saladino reconquistase Jerusalén a los cruzados. Se temía que el poder musulmán se extendiese por Europa entrando por España. De los 5 reinos cristianos, solo se mojaron en las Navas de Tolosa: Castilla, Navarra y Aragón. Los leoneses aprovecharon que Alfonso VIII estaba ausente para quitarle unos pueblecitos a Castilla. Todo muy español. Incluso, en 1196, un combinado de almohades y leoneses atacó Castilla hasta que el Papa les dijo que se cortasen un pelo y que se diesen cuenta de quién era el enemigo real. Cuando Alfonso VIII se puso en marcha, el papa Inocencio III se lió a lanzar amenazas de excomulgar a todos los que se aprovechasen de la debilidad de Castilla. El rey de Aragón, Pedro II, que era primo de Alfonso VIII, las pasó perras a fin de conseguir dinero con el que financiar sus tropas. Tuvo que hipotecar varios castillos y varias villas al rey de Navarra. Ignoramos a qué interés variable y mensual y cómo andaba el Euríbor por esos años.
En la Península había 5 reinos cristianos: el más grande y potente era Castilla; además estaba la Corona de Aragón, Navarra, León y Portugal. No era raro que los reinos cristianos luchasen entre sí para regocijo de los almohades que ni tenían que molestarse en organizar batallitas, ya que los cristianos se bastaban y sobraban para matarse entre ellos. Españoles al fin y al cabo.
El Papa Inocencio III andaba de los nervios y no ganaba para disgustos, ya que, aparte de la disensión entre cristianos en España, tuvo que aguantar que Saladino reconquistase Jerusalén a los cruzados. Se temía que el poder musulmán se extendiese por Europa entrando por España. De los 5 reinos cristianos, solo se mojaron en las Navas de Tolosa: Castilla, Navarra y Aragón. Los leoneses aprovecharon que Alfonso VIII estaba ausente para quitarle unos pueblecitos a Castilla. Todo muy español. Incluso, en 1196, un combinado de almohades y leoneses atacó Castilla hasta que el Papa les dijo que se cortasen un pelo y que se diesen cuenta de quién era el enemigo real. Cuando Alfonso VIII se puso en marcha, el papa Inocencio III se lió a lanzar amenazas de excomulgar a todos los que se aprovechasen de la debilidad de Castilla. El rey de Aragón, Pedro II, que era primo de Alfonso VIII, las pasó perras a fin de conseguir dinero con el que financiar sus tropas. Tuvo que hipotecar varios castillos y varias villas al rey de Navarra. Ignoramos a qué interés variable y mensual y cómo andaba el Euríbor por esos años.
Pedro II de Aragón fue quien más tropas aportó. Y muchos nobles catalanes participaron en la batalla, porque Cataluña formaba parte de la Corona de Aragón. Nombres de nobles catalanes que las crónicas registran son: Guillén de Cervera, Guillén de Cardona, Ramón de Falcón y, quizá, Dalmau de Creixell. También hubo vascos como Diego López de Haro, señor de Vizcaya y que mandó la vanguardia castellana.
Varios miles de cruzados que eran principalmente franceses, aunque los había alemanes e italianos, llegaron a Toledo al olor de la garganta musulmana lista para ser degollada y del dinero fácil. Pero los problemas de orden público que se suscitaron fueron tremendos con tanta gentuza camorrista e indisciplinada. Además, los cruzados no entendían cómo los españoles aguantaban a esos malditos judíos con los que convivían sin matarlos en tropel. Para los cruzados, un judío no era más que la basura que mató a Cristo. Eso demuestra que en España las religiones se soportaban relativamente bien. No es que se respetasen: eso es una mamarrachada del siglo XX. Es un mito la coexistencia de las tres religiones. La existencia de juderías, que eran auténticos guetos, lo demuestra. Pero se soportaban y lo sobrellevaban lo mejor que podían.
De modo que el contingente salió de Toledo. Su primera víctima fue la plaza de Malagón en Ciudad Real. Los ultramontanos -que así se llamaba a los cruzados que venían de más allá del monte, más allá de los Pirineos- querían marcha y hundir sus espadas en carne fresca. Los cristianos quisieron rendirla por las buenas pero los cruzados ultramontanos pasaron a todos a cuchillo. A los habitantes no les hizo falta salir de Málaga para caer en Malagón. Después, los cristianos pusieron sitio a Calatrava la Vieja donde sí pudieron pactar y salvarle la vida a los moros en contra del criterio de los ultramontanos. Tras este suceso se produce la deserción de los cruzados. Los franceses y alemanes que habían venido a España a proseguir la Santa Cruzada estaban decepcionados y se largaron con viento fresco a sus lugares de origen, dejando a los cristianos con un palmo de narices. Los cristianos avanzaron al lema de mejor solos que mal acompañados y vieron que, para plantarle cara a los moros, tenían que sortear Sierra Morena y muchos de sus angostos pasos. Dicen que un pastor llamado Martín Halaja les mostró el mejor camino. La leyenda se encargó de asegurar que quien les había indicado la senda era San Isidro, aunque seguramente era solo un pastor. Los cristianos se prepararon para la batalla con sus pesadas indumentarias antes de que amaneciera. La intención era principiar la contienda en cuanto se levantase el sol. No hace falta decir el calor que hace en Jaén en julio. Dicen que lo que más preocupaba a los cristianos era deshidratarse, de manera que bebían vino o vinagre mezclado con agua.
La tienda de Al-Nasir, el jefe de los almohades, servía para guardar pendones y estandartes y estaba custodiada por una muralla humana. La leyenda contaba que eran negros que se enterraban hasta la rodilla para no retroceder y que morían antes que rendirse. El cuadro de Marceliano Santa María muestra a la guardia negra, encadenados entre sí, siendo superada por los caballeros cristianos. Los infantes almohades se cubrían con grandes escudos y tocaban el suelo con la rodilla de la pierna izquierda. Detrás se ponían arqueros. Al parecer se hundieron en una especie de trinchera y se ataban por los muslos para evitar las deserciones. Dicen que esta costumbre bereber se mantuvo hasta el siglo XIX.
Los cristianos avanzan. Suenan los tambores musulmanes. Las mujeres de las tribus árabes lanzan agudos chillidos a fin de enardecer a sus tropas. El choque de los aceros retumba en los montes de Sierra Morena. Los cristianos avanzan pero son detenidos cerca de la tienda de Al Nasir y, puesto que su retaguardia sigue empujando, empiezan a ser aplastados entre los moros y sus propias fuerzas. En ese momento la milicia del concejo de Madrid se retiró: no se sabe si por cobardía, por falta de paga, o porque eran antecesores de cualquier escaqueado madrileño de hoy en día. Desertar en la época era muy grave, porque se les mataba, se derribaban sus casas y se embargaban sus bienes. Los almohades contraatacaron e hicieron retroceder a los cristianos. Fue cuando entraron en liza las reservas castellanas y los otros dos reyes que terminaron por arrollar a los moros. Incluso Pedro II de Aragón fue herido pero su cota de malla lo protegió. Los cristianos capturaron una ingente cantidad de oro y joyas, además de armas y pendones. Dicen que un pendón de la batalla aún puede verse en el Monasterio de las Huelgas en Burgos, aunque se duda de su autenticidad. Y las cadenas que rodeaban la tienda de Al-Nasir se llevaron a Navarra y aún figuran en su escudo. Pero no se confía en que las cadenas conservadas en Roncesvalles sean auténticas sino posteriores.
Las Navas de Tolosa serían el comienzo del fin de los almohades. Las conquistas de Fernando III de Castilla y de Jaime I de Aragón les darían la puntilla final.
Varios miles de cruzados que eran principalmente franceses, aunque los había alemanes e italianos, llegaron a Toledo al olor de la garganta musulmana lista para ser degollada y del dinero fácil. Pero los problemas de orden público que se suscitaron fueron tremendos con tanta gentuza camorrista e indisciplinada. Además, los cruzados no entendían cómo los españoles aguantaban a esos malditos judíos con los que convivían sin matarlos en tropel. Para los cruzados, un judío no era más que la basura que mató a Cristo. Eso demuestra que en España las religiones se soportaban relativamente bien. No es que se respetasen: eso es una mamarrachada del siglo XX. Es un mito la coexistencia de las tres religiones. La existencia de juderías, que eran auténticos guetos, lo demuestra. Pero se soportaban y lo sobrellevaban lo mejor que podían.
De modo que el contingente salió de Toledo. Su primera víctima fue la plaza de Malagón en Ciudad Real. Los ultramontanos -que así se llamaba a los cruzados que venían de más allá del monte, más allá de los Pirineos- querían marcha y hundir sus espadas en carne fresca. Los cristianos quisieron rendirla por las buenas pero los cruzados ultramontanos pasaron a todos a cuchillo. A los habitantes no les hizo falta salir de Málaga para caer en Malagón. Después, los cristianos pusieron sitio a Calatrava la Vieja donde sí pudieron pactar y salvarle la vida a los moros en contra del criterio de los ultramontanos. Tras este suceso se produce la deserción de los cruzados. Los franceses y alemanes que habían venido a España a proseguir la Santa Cruzada estaban decepcionados y se largaron con viento fresco a sus lugares de origen, dejando a los cristianos con un palmo de narices. Los cristianos avanzaron al lema de mejor solos que mal acompañados y vieron que, para plantarle cara a los moros, tenían que sortear Sierra Morena y muchos de sus angostos pasos. Dicen que un pastor llamado Martín Halaja les mostró el mejor camino. La leyenda se encargó de asegurar que quien les había indicado la senda era San Isidro, aunque seguramente era solo un pastor. Los cristianos se prepararon para la batalla con sus pesadas indumentarias antes de que amaneciera. La intención era principiar la contienda en cuanto se levantase el sol. No hace falta decir el calor que hace en Jaén en julio. Dicen que lo que más preocupaba a los cristianos era deshidratarse, de manera que bebían vino o vinagre mezclado con agua.
La tienda de Al-Nasir, el jefe de los almohades, servía para guardar pendones y estandartes y estaba custodiada por una muralla humana. La leyenda contaba que eran negros que se enterraban hasta la rodilla para no retroceder y que morían antes que rendirse. El cuadro de Marceliano Santa María muestra a la guardia negra, encadenados entre sí, siendo superada por los caballeros cristianos. Los infantes almohades se cubrían con grandes escudos y tocaban el suelo con la rodilla de la pierna izquierda. Detrás se ponían arqueros. Al parecer se hundieron en una especie de trinchera y se ataban por los muslos para evitar las deserciones. Dicen que esta costumbre bereber se mantuvo hasta el siglo XIX.
Los cristianos avanzan. Suenan los tambores musulmanes. Las mujeres de las tribus árabes lanzan agudos chillidos a fin de enardecer a sus tropas. El choque de los aceros retumba en los montes de Sierra Morena. Los cristianos avanzan pero son detenidos cerca de la tienda de Al Nasir y, puesto que su retaguardia sigue empujando, empiezan a ser aplastados entre los moros y sus propias fuerzas. En ese momento la milicia del concejo de Madrid se retiró: no se sabe si por cobardía, por falta de paga, o porque eran antecesores de cualquier escaqueado madrileño de hoy en día. Desertar en la época era muy grave, porque se les mataba, se derribaban sus casas y se embargaban sus bienes. Los almohades contraatacaron e hicieron retroceder a los cristianos. Fue cuando entraron en liza las reservas castellanas y los otros dos reyes que terminaron por arrollar a los moros. Incluso Pedro II de Aragón fue herido pero su cota de malla lo protegió. Los cristianos capturaron una ingente cantidad de oro y joyas, además de armas y pendones. Dicen que un pendón de la batalla aún puede verse en el Monasterio de las Huelgas en Burgos, aunque se duda de su autenticidad. Y las cadenas que rodeaban la tienda de Al-Nasir se llevaron a Navarra y aún figuran en su escudo. Pero no se confía en que las cadenas conservadas en Roncesvalles sean auténticas sino posteriores.
Las Navas de Tolosa serían el comienzo del fin de los almohades. Las conquistas de Fernando III de Castilla y de Jaime I de Aragón les darían la puntilla final.
8 comentarios:
Deberían hacer un parque temático por despeñaperros para recordarnos un poco la historia, eso sí, todo muy correcto.
T
Me acuerdo que de pequeñito, sería yo un crío de 10 años, mis padres me llevaron al sur de Bruselas a un sitio llamado Waterloo. Había un señor mayor que te explicaba: por allí vino el duque de Wellington y por aquí se fue Napoleón. Tenían un precioso museo con recreaciones, uniformes y armas. Aquí no hay nada. Ni una miserable excavación. Con lo incorrecto que es hablar de moros hoy en día. Dicen que a Santiago Matamoros lo nombran ahora Santiago Matamagrebíes Pero Sin Afán Discriminatorio. Cosas de España.
Lo de 'Santiago' ... no desprende un cierto rancio tufillo eclesiástico nacionalcatólico? No sería más correcto llamarle Jacobo?
Habría que llamarlo Jacobo/a o Ciudadano Jacobeo o yo qué sé. De todos modos, creo que la estatua de Santiago Matamoros que se hallaba en la Catedral de Santiago ya la han quitado por opresora y por no respetar la pluralidad.
¡Uy que malos esos leoneses! Pobre Alfonso VIII. Si es que... le tenían que hacer santo. Lo que no llego a entender después de leerte, es por qué ese rey tan español y desinteresado, en vez de luchar contra el infiel (que por cierto, eran tan españoles como él) le arrebató a Navarra, su franja costera, Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado. Por poner un ejemplo.
Un poco de rigor, por favor.
El Dalmau de Creixell que combatió en las Navas era un templario ampurdanés, ya sexagenario. Como muchos nobles reclamaban el honor de mandar la caballería en la batalla, para no ofender a ninguno se acordó que la dirigiera el de más edad, y ese resultó ser Dalmau de Creixell; nadie se opuso porque, además, tenía reputación de ser un buen estratega.
Tuvo una actuación destacada en la batalla, porque lanzó a la carga su caballería en el momento justo, cuando el grueso del ejército flaqueaba ante el contraataque almohade.
Desgraciadamente no sobrevivió al combate; parece que perdió la vida al caer del caballo en plena carga.
Fue enterrado en la catedral de Gerona, de la que era obispo su sobrino Arnau de Creixell.
Pero no le dejaron reposar en paz. Al ser excomulgados los Templarios, el nuevo obispo ordenó que sus restos fueran desenterrados y sacados de 'tierra sagrada'. Sus familiares se los llevaron a su tierra natal, Creixell, cerca de Figueras.
Algunos (poco informados) han puesto en duda que Dalmau muriera en las Navas, alegando que se le menciona también comopresente en la batalla de Muret, al año siguiente, 1213. En realidad, el Dalmau de Creixell que huyó de Muret fue su sobrino del mismo nombre (hermano del obispo Arnau).
Anonimo. parececes muy informado sobre Dalmau! Es una historia a la que no se le ha dado la relevancia que tiene. Sabes cual era el origen de este templario de Borrasá o algo más?
gracias
Siempre nos han contado esta batalla dentro de la Historia Oficial que consiste en cantar las glorias de Castilla obviando las ajenas. Por lo menos aquí se cuenta la importante participación de Pedro de Aragón y Sancho de Navarra, sin los cuales se habría repetido el episodio de Alarcos, aunque pone en duda la del estratega de la batalla, Dalmau de Creixell.
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